martes, 30 de diciembre de 2014

Damon Albarn – Everyday Robots


Apareció en DECIREVES (diciembre 2014)


“Somos robots cotidianos con nuestros móviles
en el transcurso de llegar a casa
que parecen menhires
por ahí en soledad”.

 

 

Llamar a Everyday Robots de Damon Albarn uno de los mejores discos de este 2014 parece a estas alturas una obviedad. La crítica se ha rendido ante este álbum en solitario de aquel muchacho que apareció en la música con Blur, el primer o segundo grupo que se nombra al recordar aquella etiqueta llamada Britpop. Por si quedaban dudas de quién mandaba en Blur, Albarn salió por la puerta grande con Think Tank (2003), llevándose así su personal y tranquila voz a todo tipo de escenas, ópera, bandas sonoras, colaboraciones de todo tipo, y los aclamados Gorillaz y The Good, the Bad & the Queen. En realidad, en estos once años este no ha sido su primer trabajo en solitario. Democrazy (2003), un doble EP grabado en habitaciones de hotel durante la gira de Think Tank le precede. Paradójicamente, y teniendo en cuenta la génesis de Democrazy, Everyday Robots es para Albarn su grabación más personal. El álbum, melancólico pero sin dramatizar, lleva como tema, de alguna manera u otra, la vida del propio Albarn (“cada verso del disco ocurrió”), sus pensamientos acerca de la vida, incluyendo su infancia, el amor, y el contraste entre naturaleza y tecnología; la grabación está plagada de aparatos; móviles, DVDs, pantallas, CDs, televisiones pero también aparecen el sol y el mar, siendo, en realidad, su sonido una mezcla de los dos mundos; los sintetizadores priman, pero el sonido no es electrónico, está rodeado guitarras acústicas, y violines, de modo que el papel de Richard Russell (propietario de XL Recordings) prevalece más como coautor de los temas en esta grabación que como productor.

El tono es tranquilo, marcado por un modesto ritmo de trip-hop, adornado por samplers, que no llega a ser monótono; la melodía prima. Everyday Robots está compuesto por diez temas y dos interludios; la curiosa “Parakeet” y la más acorde al álbum, “Seven High”. También cuentan, y positivamente, tres temas adicionales, perdidos entre caras B y diferentes ediciones, que no chirriarían nada dentro del álbum, ”Electric Fences”, “Father’s Daughter’s Son” y “Empty Club”. De estos temas introspectivos (en el buen sentido), podríamos dar distinción a dos; la alegre “Mr. Tembo”, cuyo ritmo vivo y más destacado está dedicada a un elefante tanzanés huérfano. También al cierre del disco, “Heavy Seas of Love”, que lleva consigo el coro de The Leytonstone City Mission y la voz de, ni más ni menos que Brian Eno. Este es un cierre de álbum que alivia la desazón que sobrevuela sobre todas las canciones. 

Everyday Robots no significa un sonido radicalmente nuevo en la trayectoria de Albarn, su logro es ser una especie de síntesis velada de su trabajo como artista y su vida, sin decantarse en ninguna época creativa, con una línea sonora sin muchas alteraciones, que sin embargo, no hace del álbum una experiencia lineal, tal es el peso de la composición. Gracias a estos robots cotidianos, Albarn está viviendo otra cima en su carrera. No por menos, y para celebrar el éxito de ventas y crítica, ha añadido algunas de estas gemas a un repertorio que engloba toda su carrera en Live at the De De De Der, con nueva banda para la ocasión, The Heavy Seas. En este repertorio de oro, brilla con luz propia los temas de este álbum.

 

David Bowie – Low “Una Nueva Carrera en una Nueva Ciudad”

Apareció en Decireves (Octubre 2014)



El chico de Brixton que oyó “la voz de Dios” en la de Little Richard, pasó del rugido mod al music hall pop de psicodelia florida, y luego a ser un Bob Dylan eléctrico y lisérgico que se tornó en músico cada vez más y más eléctrico hasta ser un ente del espacio exterior, un tal Ziggy Stardust (o un tal Aladdin Sane, al pasar por EEUU) para mutar a ser Halloween Jack, trovador rock que se convirtió en cantante de soul de ojos azules, que acabó siendo el delgado Duque Blanco, un superhombre ario sin emociones, y al fin y al cabo, un artista adicto a los pimientos rojos, la leche y la cocaína. La solución no debería haber pasado por marcharse a Europa para seguir creando, eso resultó ser como apagar fuego con gasolina, pero prendiendo unas llamas que el tiempo no ha extinguido. 

Château d'Hérouville

Era junio de 1976. El primer destino, un sitio conocido; Château d'Hérouville, una casa de campo cerca de París, lugar elegido tres años antes para que Bowie grabara el álbum de despedida de sus Arañas Marcianas, el disco de versiones Pin-Ups. El lugar era conocido por otros artistas como Gong, Elton John, Jethro Tull o Pink Floyd, y había leyendas acerca de la mansión, del fantasma de Chopin rondando sus pasillos, y quizá el de Van Gogh también, enterrado no muy lejos de sus muros. Pero había alguien más tangible con Bowie, otro espíritu  creativo muy vivo, un amigo del asfalto de nombre Iggy Pop, ya con su banda, The Stooges, ya cada vez más en el olvido. Iggy marca el momento cero de la creación de Low; The Idiot (1977) se grabó en el mismo lugar y casi con los mismos músicos. The Idiot resultó ser una colección de grandes canciones con las que experimentar usando la electrónica y buscando nuevos sonidos. La exploración acabó siendo uno de los discos más influyentes de las siguientes décadas, ineludible en la carrera de la iguana de Detroit. Para grabarlo, acabaron en Berlín, en los estudios Hansa, habiendo pasado antes por Múnich. Durante la grabación de The Idiot, también se trabajó en Low.


En ese mismo mes de agosto, Bowie contó con otro viejo conocido para comenzar la grabación de Low, Tony Visconti, el hombre que se negó a producir uno solo de los temas de su álbum de 1969, la mítica “Space Oddity”, pero que ya le había acompañado en muchos de sus discos más importantes. Para completar el cuadro, Brian Eno, el bicho más raro de Roxy Music, autor de discos de títulos insospechados como “Música Discreta” o “Música para Aeropuertos”, que también como Bowie, estaba interesado en los nuevos sonidos que emergían de una nueva Alemania, sonidos de una juventud que quería borrar el pasado de su país como si de una cinta magnética se tratara con la música de lo que se llegó a llamar Krautrock, de los que entre ellos estaban Neu, Tangerine Dream o Kraftwerk. De los once temas, ocho se grabaron allí en Francia en dos semanas y media bajo un título que acabaría siendo provisional, New Music: Night and Day, de ahí que el álbum esté dividido en dos partes; Cara A, rodeada de dos instrumentales, contiene canciones más al uso, aunque innovadoras, de letras rotas y repetitivas llena de angustia y deseo. La Cara B, temas instrumentales entre lo ambiental y el gregoriano, con palabras esparcidas, otras inventadas. No obstante, en Château d'Hérouville, los problemas se amontonaban. Algunos eran de naturaleza sobrenatural, otros más mundanos, como intoxicaciones alimentarias, discusiones con los dueños del lugar, y la que pronto sería ex esposa de Bowie buscando problemas. Buenos momentos, como acabar el día viendo Faulty Towers aliviaban pero no resolvían nada. Había que buscar otro lugar. 

Berlín
La siguiente parada fue de nuevo la temblorosa Berlín, aun con su muro de la vergüenza presente. Con una nueva adicción, la heroína, continuaba una nueva carrera en una nueva ciudad, en su lado este, un septiembre de  1976. Iggy Pop y Bowie se alojaron en el número 155 de Hauptstrasse. En los estudios Hansa, Bowie, Visconti y Eno estaban dispuestos a remezclar lo hecho y grabar temas nuevos, con la visión de conseguir un producto distintivo. Los tres creadores representaban tres factores decisivos en juego: Bowie y su declive físico, mental y social, Brian Eno con su impronta de sintetizadores y nuevas técnicas compositivas, y la experiencia de Visconti. Bowie buscaba crear sin compromiso alguno reflejar cómo se sentía, sin importarle si el éxito, cuenta Tony Visconti. Brian Eno traía consigo sus tarjetas de “Estrategias Oblicuas”, que sacadas al azar, daban instrucciones de cómo aproximarse a las canciones, obviando el estilo en el que habían forjado a la hora de componerlas. Estas tarjetas se entregaban a los músicos sin que los demás las vieran hasta acabar la sesión, dando a veces directrices diametralmente opuestas. Visconti como productor estaba más que preparado, y añadió más de una innovación a la grabación. Sin embargo, la huella creativa es de Bowie y Eno. No sólo se reunieron previamente para discutir cómo sería la grabación, en cuanto a la composición, prácticamente toda de Bowie, ambos comparten crédito en dos temas. Además, el sonido de Low es deudor del sonido y la idiosincrasia de  Eno, sólo hay que comprobar sus trabajos anteriores a este. El tiempo sigue sin darle la razón que no tiene a Visconti.


Los temas de Low son los siguientes:


“Speed of Life”

Es el instrumental que abre la Cara A. Quedó sin letra en el último momento. Comienza con un súbito fundido de entrada y un riff de guitarra acompañado de la distorsión descendiente de sintetizador. Adelanta el espíritu de esta cara del disco.


“Breaking Glass”

Uno de los temas más cortos de Bowie, casi se diría que es un extracto. La letra sale de las experiencias previas al divorcio de Bowie, y de sus experiencias cabalísticas.


“What in the World”

Adornada por la siniestra voz de Iggy pop de fondo, y aun siendo uno de los temas más optimistas, “What in the World” refleja el deseo de aislamiento enfrentado con el amor sin máscaras con nombre que sustituyan al de David Robert Jones. Junto a la siguiente canción, trata del bloqueo creativo de Bowie en esa época, problema al que Eno le supo dar la vuelta, volviendo de esta forma, así es Brian Eno, cualquier circunstancia en ventaja.


“Sound and Vision”

Lo que parece un tema instrumental como el que abría esta cara del disco, tras los coros de Bowie seguidos de los de Mary Hopkin (“Those were the Days”), esposa por aquel entonces de Visconti, se torna al minuto y medio en lo que fue, una canción poco usual, pero pop, que la hizo merecedora de ser el primer single de Low, aunque sólo número tres en la lista de ventas inglesas. Pasa el tiempo, y las cifras de ventas cada vez importan menos.


“Always Crashing in the Same Car”

Trata de cometer el mismo error una y otra vez, una metáfora salida de la vida real, con un Bowie buscando sustancias ilegales en el aparcamiento de un hotel.


“Be my Wife”

Para Bowie, esto es una petición de matrimonio a “cualquier persona”, para otros, una última manera de revivir su matrimonio. En cualquier caso, en lugar de una canción emotiva, Bowie la interpreta, también en su videoclip, de una manera deshumanizada, en contraste con la letra, que trata de echar 
raíces después de mucho tiempo de soledad y viajar de un lado para otro. Pura ironía.


“A New Career in a New Town”

Aunque instrumental, su título y el optimismo que refleja hace pensar en que es autobiográfico, expresando nuevos y mejores tiempos en Europa con los sintetizadores de Eno, y Bowie a la armónica.


“Warszawa”

Es el tema que abre la Cara B, la nocturna, de Low. En ausencia de Bowie por su otro divorcio, con su anterior representante, Eno se quedó en Château d'Hérouville preparando la base de “Warszawa”. Sólo tenía una instrucción, crear algo “muy emotivo, de ambiente religioso”, y Eno lo hizo a partir de cuatro notas que el hijo de Tony Visconti, de cuatro años, tocaba jugueteando con un piano del estudio sin parar. Bowie intentaba expresar así el lóbrego paisaje de Polonia, aún tocada por la guerra, que pudo ver desde el tren y a pie por el distrito de Żoliborz de Varsovia. El primer nombre que Joy Division tuvo, era un homenaje a esta canción.


Art Decade"

Uno de los temas en los que más se nota la impronta de Brian Eno, que lo salvó de ser sólo una maqueta. Deudor de “By the Riverside” de los alemanes Harmonia y Eno, los diez segundos de percusión dan paso a una melodía bien marcada. Es, de nuevo, la reacción de Bowie ante ciertos lugares. De este modo, "Art Decade" expresa la decadencia del Berlín occidental, de su arte y su cultura.


Weeping Wall"

Inspirado por la aflicción que suponía ver el Muro de Berlín. El instrumental tiene como base un vibráfono y un xilófono. La música se va acumulando, al modo minimalista.


“Subterraneans”

Tiene su origen en la banda sonora de El Hombre que Cayó en la Tierra, que Bowie había protagonizado recientemente. Por cuestiones de tiempo, se prescindió de Bowie para crear la música de la película, habiendo este comenzado a trabajar en los temas. En Low, supone la contrapartida a “Art Decade”; representa el lado oriental de Berlín, la gente que quedó allí después de que se construyera el muro, con “La ligera melodía de los saxofones representando aquello que una vez fue”.



Estas son las canciones de un álbum que no tenía visos de aparecer. Los pasos firmes de sus creadores no tenían una intención clara de publicarlo a menos que estuvieran todos plenamente satisfechos. Desde la discográfica hubo sobornos y zancadillas. Sin embargo, en enero de 1977 las grabaciones aparecieron finalmente bajo el título de Low. En su portada, aparece Bowie caracterizado aún de Thomas Jerome Newton, el extraterrestre de El Hombre que Cayó en la Tierra. La portada esconde un juego de palabras. Bowie aparece de perfil, con el título sobre su cabeza; “low profile” en inglés significa pasar desapercibido. De hecho, el álbum fue su trabajo menos comercial hasta el momento, y además no trajo consigo gira de Bowie, que sí salió con Iggy Pop a los teclados para presentar The Idiot. De todos modos Bowie era consciente de la importancia de Low en su carrera y en su vida; Low le ofreció “todo un mundo de alivio, un mundo del que quería ser parte. Brillaba con una espiritualidad pura que no había estado presente en mi música durante un tiempo. De hecho, me había obsesionado con la oscuridad”. El eco de este sentimiento lo expresaría así en 2001: “Percibo optimismo a través del velo de la desesperación de Low. Puedo escucharme en él luchando por recuperarme”.


Low se convirtió en un triunfo creativo y comercial. Llegó al número dos en Inglaterra y al once en EEUU pese a un aluvión de críticas desfavorables, que no supieron asimilar esta mezcla de pop, electrónica y minimalismo. Low supone una de las grandes contribuciones de Bowie a la evolución musical, mirando hacia atrás para avanzar arriesgándolo todo. El legado de Low influyó, y mucho, en las bandas electrónicas de los años venideros.


Tantos aciertos a pesar de tantas vicisitudes hicieron que la historia, el sonido y las colaboraciones de la época de Low continuaran esparcidas en el tiempo. Casi inmediatamente, produjo y compuso de nuevo para un segundo álbum con Iggy Pop, otro enorme acierto de gran calado llamado Lust for Life (1977), cien por cien Berlinés. Bowie dio nueva vida a temas de los dos discos que compuso y grabó con Iggy en varias ocasiones, y hasta llegó a revivir la banda con la que  se grabó Lust for Life para crear a los infravalorados Tin Machine. Los dos siguientes álbumes de Bowie, “Heroes” y Lodger (1977 y 1979), se grabaron de nuevo con Brian Eno y Tony Visconti, formando lo que se llamaría Trilogía Berlinesa… no tan berlinesa; el primero sí se creó íntegramente en Berlín, el segundo entre Suiza y Nueva York. Sobre todo “Heroes” sigue la senda de Low, y su influencia y permanencia es igual de grande. Los ecos del episodio experimental con Brian Eno todavía continuarían en Scary Monsters and Super Creeps (1980), de nuevo con Visconti, pero sin Eno. No fue hasta 1991 cuando una reedición en CD destapó por primera vez dos temas de Low, la lúgubre “All Saints”, y la que podría haber sido la coda ideal al álbum, “Some Are”. Bowie y Eno volvieron a grabar juntos creando el oscuro y fragmentario diario del detective Nathan Adler, 1.Outside (1995). Por ironías de la vida, una de las primeras influencias de Brian Eno, Philip Glass, grabó un álbum construyendo una sinfonía en su idioma con tres de los títulos de las sesiones de Low, Symphony No. 1 "Low", y más adelante, seis de “Heroes”, Symphony No. 4 "Heroes". Las colaboraciones con Visconti se retomaron tras veintidós años con Heathen (2002), Reality (2003) y The Next Day (2013), y este mismo mes, como adelanto a un recopilatorio se ha publicado "Sue (Or In A Season Of Crime)". En 2013 también, una agradabilísima sorpresa llegó con un anuncio de telefonía móvil en forma de una suave remezcla de “Sound and Vision”, que dejaba atrás la instrumentación original en favor de solamente un piano y reteniendo las voces de Mary Hopkin y Bowie grabadas en aquel 1976.


Esta es la huella de Low, una, pero no una más de las de Bowie. No está mal para un muchacho que Brixton que acababa de cumplir los treinta. Muchos no han conseguido ni la mitad con una carrera de décadas en la música. Y a Bowie aún le han de quedar barajas y barajas de ases en la manga…



DAVID BOWIE

"Berlín me aporta algo que Londres o Los Angeles no son capaces de darme”

“Berlín tiene la extraña habilidad de hacerte escribir solamente acerca de cosas importantes. Lo demás ni lo mencionas, quedas en silencio, y no escribes nada... y al final creas Low

“Usamos una banda de R&B. Desde Stationtostation, la hibridación de R&B y la electrónica había sido una meta para mí. De hecho, según una entrevista a Brian Eno en los setenta, esto fue lo que le llevó a trabajar conmigo”.

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BRIAN ENO

"Sabía que le gustaba mucho Another Green World  y debió darse cuenta de que había dos Corrientes paralelas de trabajo funcionando a la vez en lo que hacía, y cuando encuentras a alguien con las mismas cuestiones, no tienes más remedio que hacerte ganarte su amistad sin esfuerzo”.



TONY VISCONTI
“David lo dejó claro muchas veces desde entonces, y por supuesto, mi nombre aparece como coproductor junto al suyo. No me explico cómo los periodistas siguen cometiendo el mismo error. Si me pongo a pensar, no recuerdo que Brian lo haya aclarado”.


IGGY POP

 “Simplemente nos encantaba la idea de estar en Berlín. Era una zona de guerra, tierra de nadie”.






domingo, 30 de noviembre de 2014

Anna Calvi: “La belleza puede ser oscura a veces”

Anna Calvi
Territorios 2014
23/05/14
Apareció en AchtungRevista Distopia
Foto: Juan Antonio Gámez

El fenómeno que es Anna Calvi es grande, y ha impactado en los oídos del buen gusto como un rayo. Su sonido es familiar, pero original a la vez; su música parece salida de una película que David Lynch no ha dirigido con banda sonora de Ennio Morricone, y entre los músicos de la orquesta, P.J. Harvey o Dick Dale. Si a esto añadimos que es una consumadísima guitarrista y posee una voz prodigiosa, profunda y expresiva, nos enfrentamos a un tipo de música de tal envergadura que no es apta para corazones sensibles. La elegancia bella, tenebrosa y majestuosa de sus canciones no deja rincones para prosaísmos. A todo esto le unimos sus letras, que tratan de deseos, sentimientos reprimidos y seducción, todo ello rodeándolo de un halo misterio cautivador, podemos caer en el error de que se trata de una artista de culto de esas difíciles de coger el hilo. Sin embargo, su inteligencia reside en alternar temas fáciles al oído, como “Desire”, o expresionistas como “One Breath”, siempre sin pisar el borde de la música experimental, sin que ello la haga caer en ser gran amiga de las radiofórmulas.
Tal misterio encierra su música que merecía una cita llena de preguntas. 

La edición del festival Territorios de 2014 en Sevilla resultó ser el momento y el lugar ideal. Bajo el sol hispalense, un muy asertivo representante de pelo oxigenado nos pedía que no hiciéramos fotos durante la entrevista, que tuvo lugar en un hermoso huerto de naranjos del Monasterio de La Cartuja. Anna apareció con pasos lentos, vestida de su habitual rojo y negro, que ya forma parte de su imagen, desde la portada de su primer álbum. Con tranquilidad y susurrando respuestas nos explicó más acerca de su atemporal creación, que comenzó a lo grande con Anna Calvi (2011) y continuó con One Breath (2013).

Anna Calvi_JAG2574
Foto: Juan Antonio Gámez

Tu primer álbum llevaba como padrino a todo un visionario de la música Brian Eno. ¿Qué crees que vio en tu música?
Creo que le gustó lo romántico y la pasión que hay en ella, eso dijo. También dijo que mi música le parece “inteligente”, lo cual es todo un elogio.
Anna comenzó a tocar desde muy pequeña. Su primera composición, así nos contó, se llamó “Ziggy Stardust and the Rock from Mars” Así que la siguiente pregunta era obligada:

Has hecho versiones de David Bowie, “Lady Grinning Soul” y “Sound and Vision”…
Es uno de mis artistas favoritos. Escucho su música desde niña. Es uno de mis artistas favoritos como cantante, y es increíble como compositor.

Se suele citar una lista interminable de influencias en tu música. ¿Qué piensas de esto?
Se trata de encontrar una expresión, no de intentar sonar como otra gente. Mis influencias llegan hasta cierto punto, pero lo quiero crear es mi propia música.
Esto es un hecho indiscutible, Anna ha creado una voz propia rápida de reconocer más allá de vacías listas de influencias. Su manera de componer, tiene que ver mucho en ello

¿Sueles componer de una manera específica? ¿Qué es lo que te provoca el deseo de componer?
A veces me inspira algo de música que escucho de repente, o de una película… o algo inspirador que escucho de alguien. Otras veces cuando tengo tiempo y me apetece, me siento y me dedico a ello… Normalmente cojo la guitarra y grabo cantando y tocando, y de algún modo aparece un tema musical de forma natural, y luego voy dando forma.

¿Cuál podría ser una de las canciones con la que estés más satisfecha?
Bueno, eso depende, en realidad… Me encanta tocar “Love Won’t be Leaving” en directo. Es diferente cada vez que lo hago…

Tus dos álbumes son similares en sonido, aun teniendo a dos productores diferentes…
Supongo que se trata de una especial de continuación lógica.

¿De qué trata tu música?
Depende de la canción, aunque creo que se trata de crear una atmósfera en la que adentrarse de alguna manera para que la música te cuente la historia a través de la letra hasta transmitir una emoción sincera.

Has creado un sello de misterio en torno a tu creación que se refleja tu imagen, tu música y tus vídeos…
¿Misterio? Sí que lo hay. El misterio despierta la imaginación, y no hay nada mejor que mantenerla despierta.

“The Bridge”, el último tema de tu segundo disco es muy diferente a los demás que habías hecho hasta el momento.
Siempre quise componer una pieza coral. Escuchaba mucho en ese momento a Rachmaninov, y había visto unas imágenes de un puente derrumbándose, y pensé que era una imagen de gran belleza, aunque a la vez triste. La imagen encierra una metáfora cargada de intensidad.

¿Llevan tus canciones un mensaje?
Quizá el de no tener miedo a sentir intensamente.

Dos de tus temas que interpretas, “Jezebel” and “The Devil”, hacen referencia al Diablo. ¿Qué significa para ti?
Me fascina la idea de estar fuera de control, y, supongo, que veo al Diablo como una especie de metáfora de esta experiencia; no confiar en ti mismo. Esto puede llegar a ser fascinante y aterrador, como una especie de álter ego.

¿Hasta qué punto es un condicionante que tus padres sean psicólogos?
Creo que esto me dio la fuerza para ser introspectiva y emocional y está claro que repercutió radicalmente en mi manera de expresarme en términos generales, incluyendo mi música.

¿Cómo podemos combinar tu música, tan introspectiva y profunda y llena de emoción, con tu vinculación con el mundo de la moda, que siempre ha estado visto como un entorno trivial?
Sentir elegancia y belleza no impide poder expresarte, no tiene una repercusión negativa. Para mí, subir al escenario es una especie de idilio; arreglarme, preparar mi cuerpo, la manera en que se me va a ver a la hora de esta pasión… Esto me ayuda a conseguirlo.

Un crítico ha dicho de ti que has nacido para “grabar un gran álbum conceptual algún día”.
Todos los álbumes son conceptuales; capturan un momento de la vida en la que estás sintiendo ciertas emociones en concreto, y es inevitable transmitirlas… pero no llegaría a pensar algo como…”voy a grabar un álbum conceptual sobre gatos”

Sobre tus actuaciones, se ha dicho que eres “intensa”, “seductora”, “sublime”. ¿Hay una intención detrás de todo esto?
No, todo es natural. Creo que funciona, hace que la gente sienta algo.

Con tantas buenas reseñas de tu música en estudio y en directo, ¿cómo llevas la modestia?
Con toda seguridad, no me considero infalible. Soy muy exigente conmigo misma. No sólo ha habido buenas opiniones, también ha habido malas. Lo correcto es dejarlo todo a un lado y ser tu propio juez.

Después de ir de gira tan intensamente, ¿sigues disfrutando de tus actuaciones? ¿Alguna que tengas un recuerdo especial?
Sí, me sigue encantando tocar en directo. Disfruto sobre todo cuando sientes que la audiencia está deseosa de ir a una especie de viaje contigo, y tú con ella, y ese momento está lleno de energía, y no siempre ocurre, pero cuando ocurre, es algo extraordinario. Me encanta tocar en París. Hace poco toqué dos noches en Le Trianon, que es un antiguo y hermoso teatro.

¿Alguna anécdota de tus actuaciones?
Lo más fuerte que me ha pasado en un escenario… Estaba tocando un solo de guitarra, e incliné la cabeza hacia atrás, tanto que caí sobre la batería… en mitad del solo…Tuve que seguir con el solo sobre el suelo, e intentar crear algo de aquello. En ese momento no me di cuenta, pero al salir del escenario, estaba llena de cortes y moratones. ¡Aquello fue muy de rock and roll!

En el escenario has aparecido vestida de cordobés y con traje de luces.
Sí, alguna vez. Me gustan los trajes, están llenos de energía y fuerza, y llenos de romanticismo. Me gusta jugar con qué es sentirse hombre y mujer a la vez. En cuanto al traje de luces, supongo que me inspiró en algún momento. La verdad es que no lo pensé demasiado. Simplemente me gustaba. No es que esté a favor de la tauromaquia, de hecho soy vegetariana.

Se dice de tu música que es como tus mirada, profunda, bella y oscura.
Es importante tener un algo… que inspire belleza en cualquier cosa que haces, y con esto no quiero decir belleza física. La belleza puede ser oscura a veces.

A las nueve y media de la noche, apareció el diminuto volcán de pasión listo para la erupción que es Anna Calvi en el escenario de Territorios, calzada con unas botas negras, una camisa roja y un abrigo largo, dispuesta a convertirse en una de las estrellas del festival. La de Twickenham se mostraba por primera vez al público hispalense. Comenzando con “Suzanne and I”, Anna demostró que los escenarios también son suyos, y que despliega más fuerza con gran soltura en él con sus introspectivas canciones. La banda compuesta por dos músicos (uno a la batería, otro al teclado y otros menesteres) que le acompañan también a las voces lo hacen a la perfección. “Eliza” le siguió con la misma intensidad y ganas. “Sing to Me” trajo un momento más tranquilo y profundo; sus temas, basados en algo más que en tensión y liberación cobran efecto en directo también entre ellos, haciendo de la actuación una experiencia completa. Su música, tan cerebral e instintiva cobra sentido allí, con Anna, como una especie de Jimi Hendrix (tal es su estilo tocando) que aprendió a componer como Jeff Buckley. En “Carry me Over” el micrófono le jugó una mala pasada enmudeciendo. Mientras se arreglaba, Anna acompañadísima de la banda improvisa “Misirlou” de Dick Dale and his Del-Tones. Parece que nada puede con ella allí arriba, que no sea un repertorio limitado por dos álbumes y el impío horario del festival. Tras “Desire” y la, en ese momento, contradictoria “Love Won’t be Leaving”, la británica se despide dejando al público satisfecho y con ganas de más.

Así es como es Anna Calvi; aún con más prestigio que fama (lo cual le agrada, nos contó) demostró con una voz, la que escondía durante la entrevista entre susurros y risas tenues pero cálidas, que es una artista íntegra y honesta. Lo que nos traerá en el futuro en forma de sonido y sentimientos, nos contaba, ni ella lo sabe. Difícilmente nos dejará fríos, como aquella noche de mayo nos dejó.

martes, 1 de julio de 2014

Blues Cazorla 2013




Festival Blues Cazorla 2013
Cazorla, Jaén
Apareció en Achtung
Fotografías: Antonio Jesús Reyes
Desde que Robert Johnson vendió su alma en aquel cruce de caminos, las mutaciones del blues no han parado. Sin embargo, la música de esclavos que tanta tristeza llevaba en sí, se transformó en muchos momentos de euforia en la hermosísima Cazorla, este año bien bendecida por las lluvias del invierno. El Blues Cazorla, además venía con cumpleaños. Dos décadas ya nos separan desde el primero, y el género interpretado por grandes nombres y pequeños nombres que son grandes siguen pasando por esta localidad en la que durante tres días a pocos les tienta visitar el Parque Natural más grande de España, porque cada rincón del pueblo encierra una fiesta.

Esta fiesta empezó el jueves Flavio Guimarãesy su bandaGuimarães, el brasileño que con su armónica lleva una carrera sin pausas importantes. Él fue quien abrió el festival en el Escenario Cruzcampo, eufemismo que tapa una plaza de toros. Pues donde todo es muerte, el blues cobró vida con una audiencia bien viva y con ganas de escuchar a Flavio, y a los que les era desconocido, quedaron bien satisfechos con sus solos y su voz, acompañado de una banda más que efectiva.


Luego vino la concesión a otros públicos. Rosendo fue el año pasado, este fue Fito & Fitipaldis. Nada tiene de malo lo mainstream (con perdón por el barbarismo), si es de esta manera, con una actuación bien llena de sus temas más conocidos y de momentos intensos, como los que protagonizó Fito con Joserra Semperena, al acordeón, y a los teclados. Más de un purista del blues se lo perdió. Luego llegaron The Mighty Malacas, con su fusión mexicanoblusera. Hicieron bailar y aplaudir al público. Buena promesa, estos muchachos. Más que buen aperitivo para estanoche del jueves, que traería mucho más por disfrutar en los días siguientes, y además, en varios escenarios.

En la Plaza Santa María se reunieron artistas en acústico. Primero el hombre del bastón, Walking Stick Man, que se quedó un rato con el personal, hasta que al quinto tema o así cambió de idioma al español. No venía de un pantano de Mississippi, sino de Barcelona. Volvíamos a estar en contacto con el género más directamente con este multinstrumentista que sólo parece vivir para la música, visto su currículum. Admirable. Carlos Vudu & Jukebox le siguió y con buen ritmo, para llegar a la tranquilidad de Tom’s Cabin, y los artistas se empezaban a solapar a este punto, porque también gratis, en el Escenario Auditorium (El Auditorio Del Cristo) arropados por fuentes y árboles, actuaron José Antonio García (que cantaba en 091), llenando el ambiente distendidoy lleno de clásicos. Allí mismo, sonó la armónica y la guitarra de Quique Gómez & Luca Giordano Band, y luego King Bee (no podía faltar este nombre) dejaron su huella de blues. Mientas en el Escenario Merced (el Teatro De La Merced) volvió Flavio Guimarãesy se presentó Anson Fundenburgh y Little Mike And The Tornadoes, calentando máquinas para ir al escenario principal más tarde. Anson y Little Mike dieron en ambos lugares una lección de cómo presentar el blues con más raíces

Volveríamos a ver Little Mike & The Tornadoes en el escenario grande, en la plaza de toros, con su blues y rock desde Chicago. Luego , gran sorpresa con la ya reconocidísima Janiva Magness armada con su cigar box y su blues y soul, que por segunda vez estaba invitada al Blues Cazorla, y que, amarillismos aparte, sacó del público muchos y grandes aplausos en crescendo. Con cada canción (por ejemplo “There It Is”, “I Won’t Cry” o la versión de Tom Waits de “Make It Rain”) se iba metiendo al público en el bolsillo. Hasta el momento, se podría haber pensado que iba a ser quien mejor recibimiento se llevaría.Anson Funderburgh nos devolvió a un camino menos soul con si guitarra y blues de Texas. Nine Below Zero cerraba la noche, que aunque al principio parecía que se iba a tratar de una actuación más tranquila, se tornó en algo más movido para suerte y disfrute del público, que quedóbien satisfechos pero con ganas de más. Paradojas comprensibles.

El sábado, según muchos, podría haber sido el mejor día. José Fernández “Lito”, experimentado guitarrista y veterano de infinidad de grupos nos esperaba en la Plaza Gambrinus, junto a la voz negrísima de Nueva York de Suzette Moncrieff. Las bebidas bien frías a la sombra y la neoyorquina dejaron un grandísimo sabor de boca en la jornada que acababa de empezar. Chino And The Big Bet lograron atraer al público que andaba distraído con su blues barcelonés. Blind Lemons cogieron el testigo brillantemente más fielmente a los orígenes del género. Aun así, tocaron una estupenda versión de“Walk On The Wild Side”, a lo Albert Pla.

Y mientras Otis Grand, al que preferimos ver más tarde, tocaba en el Escenario Merced, en el Auditorium estaba Pepe Delgado & Blues Reunion, dejando el océano atlántico a un lado, tocan buen blues, swing y jazz con acento del sur. Cosmosoul nos pilló con la guardia baja. Otra brillantísima voz negra, la de la guineana Alana Sinkëy, encajada en una ecléctica banda llena swing, funk y soul. Entusiasmaron al público al sol y a la sombra del Escenario Merced que conservaba con el espíritu intacto del día anterior. Lito Blues Band apareció allí de nuevo, por si no habíamos tenido bastante. Y sin que lo pusiera en ningún programa, Suzette y su voz de ébano apareció junto a él. Gran manera de terminar este round, quedaba al siguiente, en la Plaza De Toros.


Los Coronas que se formaron en 1991, son un grupo instrumental, capaces de versionar a Marisol y a Kraftwerk. Imaginaos el sonido de Duane Eddy, The Shadows o The Ventures y un líder con una verborrea imparable comentando entre canción y canción, con muchísimo más imaginación y gracia que un cómico. Una pena que Tarantino no hubiese contado con ellos para Django Desencadenado. Ocho álbumes, el último, “Adiós Sancho” un directo de miedo y una larga carrera les alumbran. Con temas propios y versiones hicieron moverse al público, y para más de uno fue una gran sorpresa.Y aunque, ya lo hemos dicho, que el rock no sabe de monarquías, llegó el rey del festival, aunque esto es discutible, tras tantas y tantas figuras brillantes: George Thorogood, con gafas de sol y un pañuelo en la cabeza y sonriente, lidió con los congregados con “Who Do You Love” de Bo Diddley. Inevitable fue “Bad To The Bone”, que aunque ya aparecía en Christine (John Carpenter, 1983), la hizo universal Terminator 2. Endiosada y parodiada, reconocible hasta para los oídos más torpes, allí dejó su huella sonora. Otis Grand tampoco se quedó atrás. Ofreció una actuación impecabledonde su guitarra sonó bien fuerte, técnicamente, nada que envidiar a Thorogood que no fuera en el plano fílmico. Además, fue el único que pisó el ruedo. Y si tuviéramos que exagerar, le llamaríamos tragedia lo que les ocurrió a los pocos que se perdieron a los últimos en tocar en Blues Cazorla. Los habíamos visto antes, y confirmamos lo oído y vivido, en directo y en su “One Day In Summer”, que lanzaron hace un año, y al que dan mil vueltas en directo; The Milky Way Express son arrolladores en directo. Su nombre ya es bien descriptivo de su sonido. Dejaron el recinto lleno de country rock, psicodelia, rythm and blues y mucha, muchísima fuerza… que fue de lo que nos quedamos cortos tras tres días de puro disfrute.

Blues Cazorla fue un éxito de público, de artistas y de organización, y por si fuera poco el enclave es ideal, y los precios no son abusivos. Si bien, como ya habrás leído, no todos los artistas eran músicos puramente de blues, el espíritu de este género es el que predomina, y por este motivo el evento es grande en Europa. Siempre es bueno que fluyan los géneros de escenario a escenario, sin estridencias, que en ningún momento las hubo.
Mirando atrás en el tiempo, pensamos que menos mal que aquella noche en que a Robert Johnson le dio por hacer de Fausto, no se volvió por donde había venido sin haber hecho aquel pacto.
¡Ya queda menos para la vigesimoprimera edición!

viernes, 20 de junio de 2014

Nocturama - Bigott, un tipo peculiar

Ciclo Nocturama
Sevilla
Agosto 2013
Fotografías: Juan Antonio Gámez



Bigott es un tipo distinto. Su eclecticismo sonoro le hace escurridizo de reconocer de no ser por su voz y peculiar dicción en el idioma de Laurence Sterne, y una temática en sus canciones bien estrambótica y divertida, como su puesta en escena, pero eso sí, con profesionalidad y sin idas de cabeza que ensombrezcan sus creaciones. Se nos había escapado un par de veces por Sevilla, a nuestro pesar. Sin embargo, en el fondo de nuestros corazones, era inevitable encontrarlo algún día en El Monasterio De La Cartuja, bajo el auspicio de Nocturama, que este agosto nos va a amenizar las noches estivales.

Tras el bigote y la barba de este músico, y con un look un poco a lo Robison Crusoe, está un tal Borja Laudo, de Zaragoza, que tras haber pasado por bandas que han marcado, como Tachenko o La Costa Brava, se está haciendo (más bien se ha hecho) un hueco bien prestigioso en el panorama nacional, con la promesa de sacar un disco por año y con unos títulos que reflejan su idiosincrasia; desde That Sentimental Sandwich (2006) a Blue Jeans (2013) se encuentran canciones brillantes y originales como “King Of The Patio”, “Afrodita Carambolo”, “Si eres tan-ti-tan”, “Kinky Merengue”, “Bar Bacharach” o “God Is Gay”.

La noche del jueves, Mr. Bigott provocó otra noche de las inolvidables de Nocturama. Allí se presentó el zaragozano con su guitarra. La banda la completaban una bajista (su novia, dicen) y un batería. Llenó la noche de su música enérgica, tranquila, de su pop de tintes folk, de rock y de sus originales letras, y con sus nuevos Blue Jeans, un disco muy tropical grabado en Brasil que comienza con el instrumental “I Got Dengue”, un tema muy deudor de “Take 5”de Dave Brubeck Quartet. De esta misma manera comenzó el recital, para calentar motores. La actitud del zaragozano no nos recuerda a aquel videoclip con La Costa Brava con el que nos cautivó; a veces tranquilo, a veces histriónico, pero siempre controlando lo que ocurre en el escenario, Bigott, que el mes pasado estuvo en el Festival Internacional de Benicassim, atrajo un buen número de gente de la noche hispalense. El segundo tema fue “Mouse Mousse”, que daba a entender que la atmósfera iba a ser tranquila, y así fue en líneas generales… bueno, no tanto. No faltaron “Cool Single wedding”,Oh yeah!!!”, “Find A Romance” y mucho menos la bailongaCannibal Dinner, que sería un clásico para siempre, si la hubiera sacado a la luz un grupete cualquiera de Inglaterra. Con ésta intentó marcharse. Pero el público quiso más. Set acústico, y hacia el final, un gran estruendo de guitarra eléctrica, con la banda de nuevo en el escenario. Lejos de su versión original “Dead Mum Walking” (de This Is The Beginning Of A Beautiful Relationship, del 2010) sonó bien potente, pillándonos por sorpresa.

Con el público bien satisfecho (pero con ganas de repetir) y con un repertorio mayormente de su último álbum y de The Orinal Soundtrack (2011), este Gran Lebowski ibérico irreverente y desvergonzado, se despidió. Siempre hay una frase furtiva que uno escucha sin querer, y en este momento fue la de una gafapasta de esas ensimismadas en sí mismas, de las que llenan su cuenta de Twitter con fotos de sus pies, diciendo con escasa naturalidad que “en lugar de Bigott, también se podría haber llamado Barbb”. Nunca se sabe si vienen a estos conciertos por moda, o más inquietante, si sus gafas están graduadas. El caso es que la actuación no dejó a nadie indiferente, y es algo que se notaba en las caras de los espectadores, los que estaban sobre el césped del patio del monasterio y los que se refugiaban del calor en el bar, donde formando un taquito desaliñado sobre la barra, impreso en blanco, negro y chillón naranja, veíase el programa de Nocturama.

Karl Bartos en Hamburgo - Cerrando el Círculo

Karl Bartos
Grüespan
Hamburgo
31/01/14
Apareció en Achtung
Fotos: Stefan Malzkorns y Antonio Jesús Reyes


 Lejos de ser una ciudad decadente y meramente portuaria, a Hamburgo la adornan miles de modernidades. Allí mismo nos dirigimos para cerrar el círculo que comenzó con el lanzamiento en marzo del año pasado de Off The Record de Karl Bartos y la actuación en el Sonar de Kraftwerk en junio en Barcelona. Recapitulando, Kraftwerk nació como un grupo de rock progresivo electrónico y alemán, es decir, Krautrock. Tras tres álbumes aún inéditos, el éxito de Autobahn (1974) fue enorme y transatlántico. La calidad y el eco de Radioactivity (1975) y Trans Europe Express (1977) aún resuenan, sin embargo lo que quedaba por llegar no fueron en absoluto obras menores. Los fundadores Florian Schneider y Ralf Hütter decidieron escuchar lo que tenía que decir Karl Bartos en materia compositiva. Así pasó Bartos de encargarse (junto con Wolfgang Flür) de la mera percusión electrónica a también firmar las canciones de Kraftwerk. Esto supuso que quedara la impronta de Herr Karl en la mitad de los álbumes, es decir, en más de la mitad de los temas más recordados de la banda incluidos en The Man-Machine (1978), Computer World (1981), el single Tour de France (1983), Electric Café (1986) y los remakes de The Mix (1991). Esto significa que la banda le debe muchísimo del premio Grammy a toda la carrera que en este mismo mes de enero se le ha concedido. ¿Qué ocurrió cuando Bartos dejó Kraftwerk por no aguantar la lentitud (o excesivo cuidado) del trabajo? Kraftwerk tardó doce años en publicar un álbum, el aburrido Tour de France Soundtracks (2003) que siguiendo la misma senda del single Expo 2000 (1999) confirmaba que la magia había desaparecido casi por completo. Bartos, mientras tanto, ha estado explorando el techno-pop (del que fue uno de los padres) y el pop con acierto, siempre en movimiento, y sin aburrir, bajo el nombre de Electric Music, Electronic y el suyo propio, rodeado de lo mejorcito del pop. Sus dos últimos trabajos son Communication (2003), que aunque algo lineal no está exento de grandes momentos, y Off the Record (2013) que nos pilló por sorpresa. Karl recopiló grabaciones que procedían décadas anteriores y que no llegó a usar en su momento para así crear una obra de ellas, es decir un gran álbum.

Demasiadas preguntas y grandes canciones en solitario y con Kraftwerk como para rechazar la tentación de viajar y ver en directo a uno de estos, digamos, Beatles electrónicos. La cita fue en Grüenspan, un local ni grande ni pequeño, elegante, moderno y de muy buena acústica. Andando hacia el lugar de la actuación, algunas fachadas de neón nos eran muy familiares. Averiguaríamos el porqué durante la actuación. Una vez en Grüenspan, a pocos minutos de la actuación y desde la primera fila, percibimos que el rango de edades era bastante grande, si bien un gran número rondaba los cuarenta. Junto al escenario, una adolescente de, como mucho, veinte años, esperaba pasárselo en grande. El fondo del escenario, tres enormes pantallas juntas proyectarían atractivas imágenes (en 2D) de temática afín a las canciones, pero antes, y con sonidos electrónicos de fondo, sólo reflejaban sobre un fondo verde interferencias de otros tiempos. El recital comenzó con la llegada de Mathias Black a la izquierda del escenario, luego Robert Baumanns a la derecha. Saludando entró Herr Karl arrancando con la fuerza de “Numbers”/”Computer World” de Kraftwerk. Un comienzo contundente al que le acompañaron dos temas de su obra en solitario, “The Camera” y “I’m the Message”, enormes sucesores de “The Robots” (Los arreglos de este último tema arrancaron una gran ovación entre el público) La celebérrima “The Model” y “Trans-Europe Express” también se hicieron oír, siendo este último tema el único que no estaba firmado por Bartos de todo el recital. Durante “The Model” además de modelos femeninas de tiempos pasados, aparecieron Karl y Wolfgang Flür a la percusión, de jóvenes, sin rastro de Florian y Ralf, mismo tipo de omisión que hacen estos en sus proyecciones. En cuanto al sonido, y al igual que en los conciertos de Kraftwerk de hoy en día, es difícil saber qué está pregrabado y qué no. En este caso, la balanza se inclina a favor de nuestro protagonista de esta noche. Los temas pretéritos se sucedieron, y no fue hasta el undécimo, “Atomium”, cuando Herr Bartos comenzó a mostrar los nuevos temas, los de su flamante Off the Record. Le siguió la fascinante “Nachtfahrt”, la llamada directa a la pista de baile de “Musica Ex Machina” y el techno-pop perfecto de “Without a Trace of Emotion” cuyo videoclip se proyectó tras los tres protagonistas de la noche… y en cuyas imágenes se ven unos edificios familiares y luces de neón, que son ni más ni menos que las de la avenida perpendicular a la calle donde nos encontrábamos, Reeperbahn, en Sankt Pauli, parte del barrio rojo de Hamburgo. Tras esta canción que refleja la agridulce fama de Herr Karl, el quinto tema de Off the Record fue, “Rhythmus”, luego “Life” para el que Bartos dejó los teclados y demás aparatos y se fue al extremo derecho a cantar, esta vez ya sin máculas ni voces robotoides acompañándole. “Life” era una de las apuestas de pop con sintetizadores de Electric Music, una apuesta que ganó en estudio y allí mismo en el Grüenspan.

Quizá la cresta de la ola de la noche fueron los tres temas siguientes, “Computer Love” junto a “Pocket Calculator” y “Tour de France”. Nuestra adolescente de primera fila así lo atestiguaba con euforia. Tres temas de Communication (2003), “Interview”, la warholiana “15 Minutes of Fame” y la robótica “Ultraviolet” parecían cerrar el concierto. La vuelta de nuestro trío electrónico de la noche fue “Neon Lights”, del gran The Man Machine (1978). No fue suficiente y los músicos volvieron para despedirse del Grüenspan con “TV”, de la encarnación de Bartos como Electric Music, una canción y/o título que bien podría haber entrado en Computer World, y que por su calidad y temática, es un agujero negro en la discografía de la banda. Los asistentes pudieron acabar la noche llevándose un autógrafo y estrechando la mano de uno de los músicos que desde los años setenta ha puesto banda sonora al futuro que nos alcanza y pavimentado el camino de la música electrónica. Kraftwerk y Bartos perdieron con la salida de este del grupo; se centran en dar conciertos por todo el mundo, pero una vez en estudio su rendimiento es escaso en número e interés. Su música ha perdido la melodía y el encanto. Por otro lado Bartos está eclipsado por las canciones y el nombre de aquella, su primera banda. Sin embargo esto no es una tragedia. En caso de elegir uno u otro, elijamos los dos.

Saliendo del Grüenspan, nos informan de que justo al lado hay un club llamado Indra. Allí, unos imberbes de Liverpool comenzaron a tocar profesionalmente por primera vez en agosto de 1960. Este mismo grupo en este mismo enero también han sido galardonados con el mismo premio en la misma ceremonia que Kraftwerk. Hamburgo bien merece más de una noche.