Suede
RazzmatazzBarcelona
Después de siete años sin hacer nada juntos, estos músicos abanderados de aquella ecléctica etiqueta del Brit-pop
realizaron una gira de grandes éxitos en 2010 que olía a despedida, y
que, sin embargo dieron paso a visos de volver, como aquella declaración
en la que Brett en la que afirmaba que volverían a grabar, pero que
sólo saldría a la luz si resultaba ser realmente bueno. Así regresaron
editando Bloodsports (2013) con el espíritu de las canciones del discazo que fue Coming Up (1996), y algo, no mucho, de Dog Man Star (1994). Así fue como estos músicos de la Pérfida Albión volvieron a la carga y no han parado en los últimos tres años.
Ya los vimos allí mismo en la Sala Razzmatazz, en la antes mencionada gira de regreso, así que volvíamos al mismo lugar para lo mismo pero con Bloodsports
de por medio, que goza y con razón del beneplácito de la crítica, las
listas de ventas, y como se vio y vivió allí, de los seguidores de la
banda, los nuevos y los de siempre. La edad del público rondaría entre
los cuarenta y los veintialgo, dejando patente que el legado de Suede y su nuevo disco han dejado huella. Entre ellos, y pegado a la barrera (the barrier!)
un jovenzuelo lee un libro de David Bowie de la Editorial Los Juglares,
publicado mucho antes de que existiera él o Suede, que ya hace tiempo
que son algo más que descendientes del legado de cierta época de Bowie, o
de los Smiths y demás. Nunca es mal momento para ilustrarse un poco. En
la cortina del fondo del escenario estaba proyectado el nombre de la
banda con colores que cambiaban según las portadas los de los álbumes
que han publicado hasta la fecha. Desde los altavoces, de repente, y
casi puntual, la intro de la banda, Rachmaninov, ni más ni menos, como
en la gira de Head Music, y entonces aparece Suede de una vez. Lo normal es empezar un concierto con una canción para calentar motores, sin embargo, y no es la primera vez, Suede
comienzan con una canción de Dog Man Star, lenta y hermosa y de
crescendo lacerante que es “Still Life”, con un Brett Anderson dándolo
todo, que sería la tónica del concierto. Con “Barriers”, primer single
de Bloodsports, abre el desenfreno entre los presentes que
llegaría con más del mismo álbum, como “It Starts and Ends with You” y
legendarios como “Trash” y “Animal Nitrate”.
La cosa se puso seria luego, muy seria con “Sometimes I Feel I Float Away”, con Brett Anderson, la cara de Suede
como no lo habíamos visto antes, interpretando (en ambos sentidos) de
una manera magistral sintiendo la canción, sudando y temblando,
reflejando la crisis interna del personaje de la canción. Gratísima
sorpresa la de incluir “Killing of A Flash Boy”, una cara B de Dog Man Star, que fue uno de los puntos álgidos de la actuación. Y es que Suede
en los noventa dio en muchas ocasiones muchas caras B mucho mejores que
algunas incluidas en los álbumes, como una de las siguientes, “My Dark
Star”, del enormísimo “Stay Together”. Otra sorpresa fue “Heroin”,
escondida en las sesiones de Head Music (1999) e interpretada
por primera vez en directo en el Razzmatazz en aquel momento. Este tema
nos recordó a la carrera de Brett Anderson sin Suede.
Con The Tears, el proyecto no acabó de cuajar contra todo pronóstico, y
su carrera en solitario tampoco… en un claro ejemplo del lamentable
síndrome que sufrió Bowie con Tin Machine, donde el nombre del
intérprete importa más que sus canciones. Sin embargo, la esencia de Suede
en directo es Brett, los demás músicos pasan a un segundo plano, un
brillante segundo plano, pero es que Anderson no para en el escenario;
salta, baila, gesticula, se acerca para tocar al público con la mano,
hunde la cara en el público mientras canta, y sin dar tregua. “So Young”
trajo consigo algo ya usual en el directo de Suede
desde sus principios; al final de la canción, mientras el tempo se va
haciendo más lento, el micrófono vuela al compás de la música, alrededor
de Brett Anderson atándole con el cable, acabándose justo a la vez que
la canción. No faltó “The Beautiful Ones”, amagando despedida, y “New
Generation”, revelador título viendo a los presentes, que fue el único
bis con el que Suede dijeron adiós, dejándonos satisfechos pero con ganas de más. Paradojas del rock, amigos.
El recital no fue un himno a la
nostalgia de los noventa, sino la celebración de la continuidad de la
vigencia de las canciones de antes, y las de ahora, y prueba irrefutable
del estado de salud de la banda sobre las tablas. Que las canciones de
decadencia urbana de primera clase continúen, y así de bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario