Bourbon Café
Córdoba
08/03/2013
Apareció en Achtung
Desde 1985, a la edad de veinte años, José Luis Moro
se armó de “un órgano Yamaha de esos de mueble, como los que usan las
marujas yanquis para tocar villancicos” y dedicarse a la música. Por el
camino encontró a Mario Gil, teclista de Paraíso, Aviador Dro y La Mode.
Así se fundó Un Pingüino En Mi Ascensor, rara avis
del panorama pop español, y lo es por sus letras, irónicas,
surrealistas de lo cotidiano, de pequeñas historias con grandes rimas.
También por el formato musical y por la puesta en escena. Un Pingüino En Mi Ascensor (1987) y El Balneario
(1988) ya traían debajo del brazo grandes clásicos (“Espiando A Mi
Vecina”, “Atrapados En El Ascensor”, “Juegas Con Mi Corazón”, por
nombrar algunos). Las canciones, tan, tan pegadizas sin que lleguen
cansar, parecen tener como influencias WAQ, New Musik, The Cars, Ciento
Bailando (que por breve tiempo fueron la banda de Un Pingüino), Alaska y
Los Pegamoides, y en definitiva, todo lo que no sonara aburrido… o si
sonaba, darle la vuelta. Tras Disfrutar Con Las DesgraciasAjenas (1989) y El Ama De Casa Estafada Por La Publicidad
(1990) las entregas se irían separando en el tiempo. José Luis se iría
adentrando profesionalmente en el mundo de la publicidad, y las entregas
se irían haciendo intermitentes. De José Luis son spots que han quedado para siempre, y un Premio Ondas por esta labor. En 1999, Pingüimatic,
un directo grabado en la Sala Sol de Madrid, indicaba la apuesta por el
directo. Aquí encontramos el porqué de la vuelta de José Luis:
“Ha llegado el momento de explicar qué
coño hago yo aquí… Yo vivía tan tranquilo en mi retiro espiritual, pero
contemplé el siniestro panorama musical que nos rodeaba. Primero fueron
los cantautores… luego vinieron los grupos de matrimonios que cantan
sevillanas… cuando parecía que ya no había nada peor, llegaron los
gaiteros”
La sorpresa en 2004 fue Piromanía,
y más y más conciertos en salas grandes, medianas y pequeñas siempre
con gran éxito. En esta entrega, más visiones entre bromas y no bromas
de la vida diaria, como “Eres Más Complicada Que Armar Un Mueble De Ikea”.
Con un perfil así, estaba claro que no
quedaba más remedio que hacer las maletas y viajar a donde fuera a ver
qué se cuece en el directo del dúo. En la fría noche del ocho de marzo,
El Bourbon Café, en Córdoba, (un escenario del gusto de muchos grandes
artistas últimamente) parecía ser el destino para desfogar la melancolía
de los años ochenta. Claro, que resultó ser algo más. Para empezar, el VJ nos obsequió con una
larga selección de la época, provocando una preocupante mirada al
actual panorama de la música española que sale en los medios.
Con tres teclados, ritmos programados y
Mario a veces a la guitarra, nada más y nada menos, el público ya estaba
en el bote desde la primera canción. El recital fue una mezcla de grandes clásicos, (“Tú Me Induces Al Mal”, “Camp”, “Arzobispo Makarios”, “Mi Café”, “El Sangriento Final De Bobby Johnson” y la imprescindible e inevitable “Atrapados en el ascensor”)
y versiones locas como “Me Han Sodomizao” (“In The Army Now” de Status
Quo”), “Otro Brick De Don Simón” (“Another Brick In The Wall” de Pink
Floyd) o la sorna de “Urdangarín” (“Rasputín” de Boney M)… y “Foie gras”
(“Voyage, Voyage” de Desireless). También temas nuevos e inéditos como
“Peta Zetas”, para los que se repartieron paquetitos del producto por el
público para cantar el estribillo. Hechos como éste, habrán provocado
que más de uno equivocadamente hayan dicho de ellos que son cómicos
musicales, ninguneando sin razón las excelentísimas composiciones que
allí escuchamos con una audiencia que se conocía las canciones y las
cantaba o vociferaba con energía eufórica. Mario alucinaba con alguien
que en un extremo del público se sabía absolutamente todas.
El recital fue una fiesta que reflejaba
el espíritu publicitario; para vender un producto, no hace falta una
película, con un anuncio basta, y para una buena canción no hacen falta
veinte músicos en el escenario y cuarenta instrumentos y mil luces de
colores. La nostalgia de los ochenta se tornó en celebración de una
época pasada, y del momento en el que estábamos. De verdad que Un
Pingüino En Mi Ascensor despierta pasiones, y provoca sonrisas y risas
en sus letras, junto con los comentarios de Mario, y de José Luis que
roza o se revuelca en la verborrea, en un tono pseudosolemne, casi
arengas, entre canción y canción.
Y La despedida se hizo de rogar tras dos bises (algo a lo que José Luis le gusta parodiar) y el final con “En La Variedad Está La Diversión”, cuyo estribillo reflejaría el espíritu de los congregados allí:
“Y lo pasé bien, Y me gustó un montón
Porque en la variedad está la diversión”
Y digo reflejaría, porque en realidad es un encomio de las relaciones sexuales con cualquier cosa que se mueva o no. Bandas nuevas y no tan nuevas han de
tener a nuestro pingüino en mente. Manos De Topo, Hidrogenesse, Los
Punsetes, Los Ganglios, todos comparten un humor socarrón, surreal y
descarado que les hace deudores de una visión alternativa e irónica del
mundo y de la música misma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario