Apareció en DECIREVES (diciembre 2014)
“Somos robots cotidianos con nuestros móviles
en el transcurso de llegar a casa
que parecen menhires
por ahí en soledad”.
en el transcurso de llegar a casa
que parecen menhires
por ahí en soledad”.

Apareció en Decireves (Octubre 2014)![]() |
| Château d'Hérouville |
Era junio de 1976. El primer destino, un sitio conocido;
Château d'Hérouville, una casa de campo cerca de París, lugar elegido tres años
antes para que Bowie grabara el álbum de despedida de sus Arañas Marcianas, el
disco de versiones Pin-Ups. El lugar
era conocido por otros artistas como Gong, Elton John, Jethro Tull o Pink
Floyd, y había leyendas acerca de la mansión, del fantasma de Chopin rondando
sus pasillos, y quizá el de Van Gogh también, enterrado no muy lejos de sus
muros. Pero había alguien más tangible con Bowie, otro espíritu creativo muy vivo, un amigo del asfalto de
nombre Iggy Pop, ya con su banda, The Stooges, ya cada vez más en el olvido.
Iggy marca el momento cero de la creación de Low; The Idiot (1977) se grabó en el mismo lugar y casi con los
mismos músicos. The Idiot resultó ser
una colección de grandes canciones con las que experimentar usando la
electrónica y buscando nuevos sonidos. La exploración acabó siendo uno de los
discos más influyentes de las siguientes décadas, ineludible en la carrera de
la iguana de Detroit. Para grabarlo, acabaron en Berlín, en los estudios Hansa,
habiendo pasado antes por Múnich. Durante la grabación de The Idiot, también se trabajó en Low.
En ese mismo mes de agosto, Bowie contó con otro viejo
conocido para comenzar la grabación de Low,
Tony Visconti, el hombre que se negó a producir uno solo de los temas de su
álbum de 1969, la mítica “Space Oddity”, pero que ya le había acompañado en
muchos de sus discos más importantes. Para completar el cuadro, Brian Eno, el
bicho más raro de Roxy Music, autor de discos de títulos insospechados como “Música
Discreta” o “Música para Aeropuertos”, que también como Bowie, estaba
interesado en los nuevos sonidos que emergían de una nueva Alemania, sonidos de
una juventud que quería borrar el pasado de su país como si de una cinta
magnética se tratara con la música de lo que se llegó a llamar Krautrock, de
los que entre ellos estaban Neu, Tangerine Dream o Kraftwerk. De los once
temas, ocho se grabaron allí en Francia en dos semanas y media bajo un título
que acabaría siendo provisional, New
Music: Night and Day, de ahí que el álbum esté dividido en dos partes; Cara
A, rodeada de dos instrumentales, contiene canciones más al uso, aunque
innovadoras, de letras rotas y repetitivas llena de angustia y deseo. La Cara
B, temas instrumentales entre lo ambiental y el gregoriano, con palabras
esparcidas, otras inventadas. No obstante, en Château d'Hérouville, los
problemas se amontonaban. Algunos eran de naturaleza sobrenatural, otros más
mundanos, como intoxicaciones alimentarias, discusiones con los dueños del
lugar, y la que pronto sería ex esposa de Bowie buscando problemas. Buenos momentos,
como acabar el día viendo Faulty Towers
aliviaban pero no resolvían nada. Había que buscar otro lugar. ![]() |
| Berlín |
La siguiente parada fue de nuevo la temblorosa Berlín, aun
con su muro de la vergüenza presente. Con una nueva adicción, la heroína,
continuaba una nueva carrera en una nueva ciudad, en su lado este, un
septiembre de 1976. Iggy Pop y Bowie se
alojaron en el número 155 de Hauptstrasse. En los estudios Hansa, Bowie, Visconti
y Eno estaban dispuestos a remezclar lo hecho y grabar temas nuevos, con la
visión de conseguir un producto distintivo. Los tres creadores representaban
tres factores decisivos en juego: Bowie y su declive físico, mental y social,
Brian Eno con su impronta de sintetizadores y nuevas técnicas compositivas, y
la experiencia de Visconti. Bowie buscaba crear sin compromiso alguno reflejar cómo
se sentía, sin importarle si el éxito, cuenta Tony Visconti. Brian Eno traía
consigo sus tarjetas de “Estrategias Oblicuas”, que sacadas al azar, daban
instrucciones de cómo aproximarse a las canciones, obviando el estilo en el que
habían forjado a la hora de componerlas. Estas tarjetas se entregaban a los
músicos sin que los demás las vieran hasta acabar la sesión, dando a veces
directrices diametralmente opuestas. Visconti como productor estaba más que
preparado, y añadió más de una innovación a la grabación. Sin embargo, la
huella creativa es de Bowie y Eno. No sólo se reunieron previamente para
discutir cómo sería la grabación, en cuanto a la composición, prácticamente
toda de Bowie, ambos comparten crédito en dos temas. Además, el sonido de Low es deudor del sonido y la
idiosincrasia de Eno, sólo hay que
comprobar sus trabajos anteriores a este. El tiempo sigue sin darle la razón
que no tiene a Visconti.
La noche del jueves, Mr. Bigott provocó otra noche de las inolvidables de Nocturama.
Allí se presentó el zaragozano con su guitarra. La banda la completaban
una bajista (su novia, dicen) y un batería. Llenó la noche de su música
enérgica, tranquila, de su pop de tintes folk, de rock y de sus
originales letras, y con sus nuevos Blue Jeans, un disco muy tropical grabado en Brasil que comienza con el instrumental “I Got Dengue”, un tema muy deudor de “Take 5”de Dave Brubeck Quartet. De esta misma manera comenzó el recital, para calentar motores. La actitud del zaragozano no nos recuerda a aquel videoclip con La Costa Brava
con el que nos cautivó; a veces tranquilo, a veces histriónico, pero
siempre controlando lo que ocurre en el escenario, Bigott, que el mes
pasado estuvo en el Festival Internacional de Benicassim, atrajo un buen
número de gente de la noche hispalense. El segundo tema fue “Mouse Mousse”, que daba a entender que la atmósfera iba a ser tranquila, y así fue en líneas generales… bueno, no tanto. No faltaron “Cool Single wedding”, “Oh yeah!!!”, “Find A Romance” y mucho menos la bailonga “Cannibal Dinner”,
que sería un clásico para siempre, si la hubiera sacado a la luz un
grupete cualquiera de Inglaterra. Con ésta intentó marcharse. Pero el
público quiso más. Set acústico, y hacia el final, un gran estruendo de
guitarra eléctrica, con la banda de nuevo en el escenario. Lejos de su
versión original “Dead Mum Walking” (de This Is The Beginning Of A Beautiful Relationship, del 2010) sonó bien potente, pillándonos por sorpresa.
Lejos
de ser una ciudad decadente y meramente portuaria, a Hamburgo la
adornan miles de modernidades. Allí mismo nos dirigimos para cerrar el
círculo que comenzó con el lanzamiento en marzo del año pasado de Off The Record de Karl Bartos y la actuación en el Sonar de Kraftwerk en junio en Barcelona. Recapitulando, Kraftwerk nació como un grupo de rock progresivo electrónico y alemán, es decir, Krautrock. Tras tres álbumes aún inéditos, el éxito de Autobahn (1974) fue enorme y transatlántico. La calidad y el eco de Radioactivity (1975) y Trans Europe Express
(1977) aún resuenan, sin embargo lo que quedaba por llegar no fueron en
absoluto obras menores. Los fundadores Florian Schneider y Ralf Hütter
decidieron escuchar lo que tenía que decir Karl Bartos
en materia compositiva. Así pasó Bartos de encargarse (junto con
Wolfgang Flür) de la mera percusión electrónica a también firmar las
canciones de Kraftwerk. Esto supuso que quedara la impronta de Herr Karl
en la mitad de los álbumes, es decir, en más de la mitad de los temas
más recordados de la banda incluidos en The Man-Machine (1978), Computer World (1981), el single Tour de France (1983), Electric Café (1986) y los remakes de The Mix
(1991). Esto significa que la banda le debe muchísimo del premio Grammy
a toda la carrera que en este mismo mes de enero se le ha concedido.
¿Qué ocurrió cuando Bartos dejó Kraftwerk por no aguantar la lentitud (o excesivo cuidado) del trabajo? Kraftwerk tardó doce años en publicar un álbum, el aburrido Tour de France Soundtracks (2003) que siguiendo la misma senda del single Expo 2000
(1999) confirmaba que la magia había desaparecido casi por completo.
Bartos, mientras tanto, ha estado explorando el techno-pop (del que fue
uno de los padres) y el pop con acierto, siempre en movimiento, y sin
aburrir, bajo el nombre de Electric Music, Electronic y el suyo propio,
rodeado de lo mejorcito del pop. Sus dos últimos trabajos son Communication (2003), que aunque algo lineal no está exento de grandes momentos, y Off the Record
(2013) que nos pilló por sorpresa. Karl recopiló grabaciones que
procedían décadas anteriores y que no llegó a usar en su momento para
así crear una obra de ellas, es decir un gran álbum.
Demasiadas preguntas y grandes canciones en solitario y con Kraftwerk
como para rechazar la tentación de viajar y ver en directo a uno de
estos, digamos, Beatles electrónicos. La cita fue en Grüenspan, un local
ni grande ni pequeño, elegante, moderno y de muy buena acústica.
Andando hacia el lugar de la actuación, algunas fachadas de neón nos
eran muy familiares. Averiguaríamos el porqué durante la actuación. Una
vez en Grüenspan, a pocos minutos de la actuación y desde la primera
fila, percibimos que el rango de edades era bastante grande, si bien un
gran número rondaba los cuarenta. Junto al escenario, una adolescente
de, como mucho, veinte años, esperaba pasárselo en grande. El fondo del
escenario, tres enormes pantallas juntas proyectarían atractivas
imágenes (en 2D) de temática afín a las canciones, pero antes, y con
sonidos electrónicos de fondo, sólo reflejaban sobre un fondo verde
interferencias de otros tiempos. El recital comenzó con la llegada de
Mathias Black a la izquierda del escenario, luego Robert Baumanns a la
derecha. Saludando entró Herr Karl arrancando con la fuerza de “Numbers”/”Computer World” de Kraftwerk. Un comienzo contundente al que le acompañaron dos temas de su obra en solitario, “The Camera” y “I’m the Message”, enormes sucesores de “The Robots” (Los arreglos de este último tema arrancaron una gran ovación entre el público) La celebérrima “The Model” y “Trans-Europe Express” también se hicieron oír, siendo este último tema el único que no estaba firmado por Bartos de todo el recital. Durante “The Model”
además de modelos femeninas de tiempos pasados, aparecieron Karl y
Wolfgang Flür a la percusión, de jóvenes, sin rastro de Florian y Ralf,
mismo tipo de omisión que hacen estos en sus proyecciones. En cuanto al
sonido, y al igual que en los conciertos de Kraftwerk
de hoy en día, es difícil saber qué está pregrabado y qué no. En este
caso, la balanza se inclina a favor de nuestro protagonista de esta
noche. Los temas pretéritos se sucedieron, y no fue hasta el undécimo,
“Atomium”, cuando Herr Bartos comenzó a mostrar los nuevos temas, los de
su flamante Off the Record. Le siguió la fascinante “Nachtfahrt”, la llamada directa a la pista de baile de “Musica Ex Machina” y el techno-pop perfecto de “Without a Trace of Emotion”
cuyo videoclip se proyectó tras los tres protagonistas de la noche… y
en cuyas imágenes se ven unos edificios familiares y luces de neón, que
son ni más ni menos que las de la avenida perpendicular a la calle donde
nos encontrábamos, Reeperbahn, en Sankt Pauli, parte del barrio rojo de
Hamburgo. Tras esta canción que refleja la agridulce fama de Herr Karl,
el quinto tema de Off the Record fue, “Rhythmus”, luego “Life”
para el que Bartos dejó los teclados y demás aparatos y se fue al
extremo derecho a cantar, esta vez ya sin máculas ni voces robotoides
acompañándole. “Life” era una de las apuestas de pop con
sintetizadores de Electric Music, una apuesta que ganó en estudio y allí
mismo en el Grüenspan.
Quizá la cresta de la ola de la noche fueron los
tres temas siguientes, “Computer Love” junto a “Pocket Calculator” y “Tour de France”. Nuestra adolescente de primera fila así lo atestiguaba con euforia. Tres temas de Communication (2003), “Interview”, la warholiana “15 Minutes of Fame” y la robótica “Ultraviolet” parecían cerrar el concierto. La vuelta de nuestro trío electrónico de la noche fue “Neon Lights”, del gran The Man Machine (1978). No fue suficiente y los músicos volvieron para despedirse del Grüenspan con “TV”, de la encarnación de Bartos como Electric Music, una canción y/o título que bien podría haber entrado en Computer World,
y que por su calidad y temática, es un agujero negro en la discografía
de la banda. Los asistentes pudieron acabar la noche llevándose un
autógrafo y estrechando la mano de uno de los músicos que desde los años
setenta ha puesto banda sonora al futuro que nos alcanza y pavimentado
el camino de la música electrónica. Kraftwerk y Bartos
perdieron con la salida de este del grupo; se centran en dar conciertos
por todo el mundo, pero una vez en estudio su rendimiento es escaso en
número e interés. Su música ha perdido la melodía y el encanto. Por otro
lado Bartos está eclipsado por las canciones y el
nombre de aquella, su primera banda. Sin embargo esto no es una
tragedia. En caso de elegir uno u otro, elijamos los dos.