jueves, 30 de enero de 2014

Christian Kjellvander, reflejo del momento

Christian Kjellvander
Sala Cero
Sevilla
30/01/2013
Fotografías: Juan Antonio Gámez
 
CHRISTIAN-KJELLVANDER-musica-discos-revista-achtung

La noche del 30 de enero prometía y mucho. Ni siquiera el interesantísimo (no para todos) partido que ponían en televisión pudo evitar que la conocida Sala Cero, dedicada al teatro sobre todo, se llenara casi por completo para ver a un sueco que canta folk americano mejor que muchos americanos. Todo gracias a Green Ufos, la distribuidora de música independiente que lleva más de una década trayéndonos música de primera y organizando eventos de grandes artistas conocidos y/o aún por conocer. Green Ufos conmenzó en Alcalá de Guadaira, dedicándose a la venta por correo y organizando conciertos. El Ovni Verde creció y fueron llegando más sellos, convirtiéndose en una de las distribuidoras independientes más importantes del país. Y a Sevilla (e Isla Cristina) las tiene bien mimadas con su South Pop.

Christian Kjellvander es bien digno de Green Ufos, por eso no es la primera vez que pisa Sevilla. En activo desde 1995 con The Loosegoats, luego con Songs of Soil, en 2002 empezó una carrera con pocos discos, pero grandes. Su último parece ser el más brillante. Se llama The Rough And Rynge (2010), y fue grabado en cinco días en un granero que él mismo reconstruyó en Suecia, cuyo nombre es Rynge Castle. Christian, como si le hiciera falta, se justifica de este modo:

“Con la tecnología de hoy en día, cualquiera puede grabar como Los Beatles. Lo difícil es hacerlo como The Velvet Underground.Los discos no son, ni deben ser, ni más ni menos que reflejo del momento”.

Dos referencias musicales contrastadas, y que nada tuvieron que ver con lo que los no futboleros disfrutamos en la Sala Cero. Christian Kjellvander llevó a cabo una sobria y exquisita interpretación de los temas de sus discos con una guitarra, pocos pedales y poca luz. Y no hacía falta más. La voz grave y suave del sueco vibró e hizo vibrar con sus letras, evocadoras, esclarecedoras, bellas hasta el dolor en algunos momentos. Rara es la combinación del sonido de Kjellvander, que es capaz de unir folk, country con cierta sensibilidad pop que no suena a uno de esos prosaicos cantantes americanos barbicanos o de esos otros de pantalón bien ajustado que a media canción ya te tienen aburrido.
Ataviado como si hubiera salido de Rynge Castle, Kjevallender, que llegó a telonear a The Cardigans deslumbró con letras como la de “No Heaven”:

“El cielo no existe
Sólo más autopistas y hombres solitarios.
No existe el paraíso
sólo días y noches buenas”

El barítono empezó a refulgir con “Trasanlantic”, que abre The Rough And Rynge, acercándose al final a los pedales, añadiendo electricidad al momento. También entraron en el repertorio temas de The Loosegoats, como “Drift From The Tracks”, y su evocador comienzo “Hay una luz al final del lago…”, dándole algo de más movimiento al repertorio, en contraste con la siguiente, “Until The Mourning Comes”, de una belleza robusta y delicada, como la voz de Kjellvander. “Drunken Hands” parecía marcar el final del repertorio del sueco. No fue así. “Long Distance Runner” cerró una noche de mayúsculas.
Saliendo de la sala, CDs del artista bien servidos por los chicos de Green Ufos situados junto al bar. Cuando un recital merece la pena, no hay nada como, a pesar de los pesares de los tiempos que nos hacen vivir, comprar algo, y encima a buen precio. Kjellvander aparece de repente bebiendo lentamente en la barra en la barra mientras. Sonríe y firma amablemente dedicatorias. A la salida unas chicas: “Se creerá que somos unas locas” a lo que otra le contesta “Normal, si la última vez que le vimos en concierto le seguimos por toda la ciudad”.
Una vez en casa, la atenta escucha del disco. Da gusto un álbum así, sin que abrume la producción. Es todo un ejemplo de sencillez y sentimiento sin sentimentalismo barato, sin recurrir a temas desgastados. También el intimismo del directo que acabábamos de escuchar está plasmado en The Rough And Rynge. Es un álbum especial, de esos de los que gusta escuchar en la soledad de la penumbra del salón, en absoluta tranquilidad, sintiendo las agridulces carreteras de Norteamérica en los surcos del disco.
Ni por asomo nos preguntamos quién ganó aquel partido. La goleada fue del sueco más americano que los americanos.

martes, 28 de enero de 2014

Ruido Pegajoso estará en Concierto en la Sala Events 31/01/14




El grupo de hiper-pop Ruido Pegajoso estará en la Sala Events el último día de enero de 2014.
Estarán presentando Sonrisas Pegajosas, a beneficio de Juegaterapia. A
continuación la crítica aparecida en Achtung!

¡Allí nos vemos!
Ruido Pegajoso - Sonrisas Pegajosas (2013)


“Música como esta no se hace ya”, me
decía un amigo al teléfono gratamente sorprendido. Y es así… y si no
¿dónde? La historia tiene su punto. Allá por 1999 y tras unos amagos, Fran Torres formó en Sevilla Ruido Pegajoso publicando un álbum homónimo. El trabajo hizo de la banda y canciones de Fran una brillante promesa que traía gemas como “Escapar Lejos de Aquí” o “Cara Oculta”.
Obtuvo el favor de las radiofórmulas y la banda giró por España. Fin de
la historia, pensábamos, porque Fran Torres reunió a la banda para
grabar de nuevo, hizo uso del crowdfunding, y apoyando a Juegaterapia
terminó de grabar este Sonrisas Pegajosas, publicándolo recientemente para asombro de muchos, y no sólo por los catorce años que han pasado desde el debut del grupo. De Todo esto, ya nos habló hace poco Mr. Torres.
Pues bien, resulta que Sonrisas Pegajosas es una brillantísima y superior segunda parte del anterior álbum. Lo de segunda parte es tal que así, porque las canciones que contiene fueronlas que quedaron en el tintero sonoro allá por los noventa, un hecho que no le resta valor alguno. De nuevo vuelve un regusto a pop de los 60 y 70, pero esta vez con una excelentísima producción que ha creado un sonido actual, de modo que puede convencer a nostálgicos del ayer, y a los amantes del pop indie de hoy en día.Esta cualidad sesentera se ve, por ejemplo, en cómo está enmarcada la grabación, con la intro del primer tema, “Circo”, que hace comenzar el disco con muchas ganas y fuerza, las mismas que Fran Torres no ha perdido desde su debut. Las canciones de Ruido Pegajoso tratan a menudo de escapar lejos de aquí,en realidad, de mirar el problema y darte la solución. El sonido de las canciones de Mr. Torres expresan esto con melodías ligeras, y no todas,las aristas aparecen, porque el álbum es variado en sonido y en tempos…Pero, ¿tan difícil es hacer esto?, les preguntaríamos a otras bandas. Ejemplo de esta variedad es “Cerca del Sol”, en la que se yuxtaponen tiempos felices con deseos que no llegaron… pero de manera tan, digamos, soleada, que no hay hueco para venirse abajo. Este optimismo sin lobotomías flota por toda la grabación. “Ya Me Voy” trata de liarse la manta a la cabeza y perseguir a un amor lejano de una manera rabiosamente brillante y con un estribillo que ya lo quisiera más de uno de tus inglesitos poperos. “Supervagabundo”, de temática complementaria al anterior, nos lleva abiertamente a un homenaje a Supertramp, y otro más velado a los Beach Boys, que sobrevuelan el álbum, pero no los de la etapa surf o hot-rod. “Me Has Engañado” explora el, a veces, agridulce hecho de echar raíces con otra melodía de las que no cansan. “Mi Amor” es una corta anti-nana de despecho, que se basa en, sobre todo, en las armonías vocales, que sin lugar a dudas son uno de los puntos más notables de Sonrisas Pegajosas, como en “Deja que el Viento Sople”. “Cada Mañana”, contraataca con una base de piano irresistible, y más coros supermedidos sin que suenen fríos. Otra canción remarcable y más rockera le sigue, y se llama “Ya lo Verás”, que repunta con la colaboración de Eduardo Chinarro. “Dicen que te has ido para Siempre” no deja que decaiga el ritmo, y parece expresar de manera muy irónica el fin de una relación. Con “Palabras en el Aire” y sus claroscuros se cierra la grabación, de manera certera y enlazando con la primera.

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La diferencia con el primer álbum, es que tenía temas concretos que sobresalían sin lugar a dudas sobre los demás. Con Sonrisas, tendríamos un problema grande a la hora de decidirnos. Para limpiar ambigüedades o prejuicios, aclaremos que pese a su aparente sencillez, Sonrisas Pegajosas no tiene canciones ni machaconas ni facilonas, y está tan lleno de influencias que no lo hacen esclavo de nadie. El tono es inocente a veces, pero no tonto, divertido, pero no vacío, optimista, pero no ciego. Si la calidad de un álbum o canción reside en las veces que lo pones o las buenas sensaciones que transmite, aquí no hay duda, y además, razones musicales sobran para adquirir Sonrisas Pegajosas. Al mismo tiempo estarás ayudando a financiar un jardín en el Hospital 12 de Octubre con Juegaterapia.
¿Y qué menos que pasar por un concierto? La banda está preparando motores y ya hay fechas confirmadas. Para empezar, en la Sala Events de Sevilla, el 31 de enero. Para más información, date una vuelta por su web, a ver qué buenas nuevas hay… que serán buenísimas, sin duda.

miércoles, 1 de enero de 2014

Nocturama, Marina Gallardo, Ainara Legardón y Juan Perro


Ciclo Nocturama
Sevilla
Agosto 2013
Fotografías: Juan Antonio Gámez

 
La organización de La Suite se sale, de modo que la ciudad de Sevilla está haciendo su agosto musical enriqueciéndose de nuevas y no tan nuevas estrellas, todas distintas. De este modo, entre consagrados y casi consagrados y nuevos valores cada noche es distinta. Incluso al que no le interese la música nada, tiene allí un sitio de sosiego junto a sus amistades melómanas sin agobios ni empujones. No obstante, era difícil obviar el panorama musical de la semana que se nos presentaba:

El día catorce, nos visitaron dos damas. Primero Marina Gallardo, desde las bendecidas tierras de Cádiz, El Puerto de Santa María, para más señas. Una enciclopedia musical en sí misma, que lo mismo te nombra John Lennon que a John Fahey. la portuense nos trajo a la ciudad del Guadalquivir su último trabajo que lleva por (en apariencia) atrevido nombre “This Is Sound”. Hermossissima, con un vestido rojo, rojisssssimo y una flor en el pelo, que ya es icónico en su imagen, se subió con su guitarra al escenario. Es difícil catalogar su música. Su sonido es de una hermosa decadencia, tal y como nos contó un amigo que no se quiso perder la actuación:

-Yo la vi el año pasado en el festival Territorios. Hacía mucho viento, que movía ese pelazo negro que tiene y las palmeras de allí – señala a unos pocos metros, más allá de un muro – y la sensación que me dejó fue algo extraña. Piensa que yo fui al festival a ver a Iggy Pop. Sin embargo, semanas después tenía como un vacío de echar de menos alguna música. Le di vueltas al coco, y era Marina Gallardo-.

Combustión lenta, le podemos llamar a esto. Además, la música de Marina es áspera pero no su voz, o quizá al revés, y esta mezcla y confusión de dulzura y una incierta amargura juntas provocan una especie de dilema interno. ¿Es aquí donde reside la magia de la portuense? “Climbing The Walls”, el arranque tranquilo del recital, podría darnos la razón a esto que afirmamos, pero no tanto como el siguiente, “The War Inside”, que convencería a cualquiera. Al teclado (adornado con un mantón blanco) o a la guitarra, las canciones que interpretó Marina fueron magnéticas, de esas que dejan un poso. Los sonidos árabes que a veces salen de su voz, como en “Going To Die” y la música, no te dejan saber hacia dónde se encamina la canción. Otro gran momento fue “Tears”, un temazo con más letras (siempre en correctísimo inglés) evocadoras de quién sabe qué o quién. Cerró con “Cold Eye”, dejándonos con el verso que dice “Algunos días pertenecen al amor”, para taparla luego con un manto de distorsión… This Is The Sound (2012), tercero ya, puede ser su mejor álbum.

En las sombras y a la izquierda del escenario, ambos de pie, un hombre daba un masaje de hombros a una chica, que bajo su aparente fragilidad, llenó de trallazos de guitarra los oídos del público: Ainara Legardón. Por su apariencia, nadie diría que lleva dos décadas en la música, por su música estaba claro. Da la impresión que lleva el mismo tiempo con su banda (el enorme Rubén Martinez al bajo y a la implacable batería, Héctor Bardisa) con la que tuvo momentos de sincronía bien grandes. Su último álbum, al que se dedicó prácticamente a presentar, se llama Once We Wished (2011), y de él, sacó Make It Mine Forever” para comenzar, la primera con energía latente hasta que estalla con ritmo pausado y un sollozo para dar paso a  “You Gave Me”, más rápido, más directo, contundente. La incansable bilbaína, que ha tocado por todo el mundo (hasta en el desaparecido CBGB que pronto volverá en forma de película) y se ha rodeado de músicos famosos o de prestigio, hace un hueco para sí misma y para Nocturama de entre sus proyectos como La Criatura, Archipiel,  el colectivo maDam, y la orquesta de improvisación FOCO, amén de la composición para multitud de bandas sonoras. “Hugs That Won’t Last” podría haber sido el título de su último álbum, ya que resume la fuerza y la fragilidad de la música de Ainara, que ya estuvo por el Ciclo Nocturama hace ocho años. La potencia y limpieza sonora en su repertorio en el que sus temas, que apenas si rozan los tres minutos, parecía acabar con “Thirsty”. El bis, “Forget Just Anything” era de 2003 y a fin de cuentas describe el estado en el que quedó el monasterio de La Cartuja:

Mis canciones están en tus oídos
Lo más seguras posible.

Se pudo rematar la noche con el honor de saludar a las dos damas y comprando sus últimos álbumes, con Marina nombrando mil artistas como inspiración, y Ainara diciendo que simplemente “la vida”. Revelador. A la noche siguiente, día quince, y a diferencia de ésta, el jardín se llenó completamente, pero al fin y al cabo, como dice Steve Coogan, interpretando a Tony Wilson en 24 Hour Party People: “En la última cena había doce personas. Arquímedes estaba solo en su bañera”. Y es que la música no sabe de cifras de ventas ni de público.


Claro, que esta noche de la que hablamos traía veteranía por los cuatro costados (aunque no sea siempre esto un seguro de calidad) e invitados que no aparecían en el cartel, pero se intuían y rumoreaban. Juan Perro, el artista antes llamado Santiago Auserón, que junto a su hermano Luis, fueron los artífices del mucho por ciento de Radio Futura. La banda fue un arma de doble filo, reflejada en las edades de los asistentes. Por un lado, teníamos a los que veíamos La Bola de Cristal, programa mítico de TVE de los ochenta, en el que además de ofrecernos lo que gustaba a los niños, lo que éramos, aprendíamos lo que era sentido común, y buena música, no sólo con Javier Gurruchaga a los mandos de La Cuarta Parte. Por otro lado, había gente como la mujer que gritó a mitad del concierto “¡viva La Vía Láctea!”, es decir, gente de más edad que tuvieron la suerte y el honor de vivir una época que bajo la etiqueta de La Movida Madrileña llenó de creatividad y calidad con mayúsculas la salida de una época histórica oscura, que parece volver con otros atuendos, y bien caros… En la televisión y en la escena madrileña conocimos a Santiago con Radio Futura, que pronto cambiaron los tintes glam del sus comienzos para crear canciones como “Semilla Negra”, “El Canto Del Gallo”, “Veneno En La Piel” o “El Tonto Simón”. Era la apuesta por el rock latino, todavía en pañales. El grupo marcó una época y una influencia, y quedó para la historia. Luego, más de uno encajó mal que tras la disolución del grupo, por írsele el invento de las manos, Santiago Auserón en solitario dejara atrás sonidos como “Escuela De Calor”, y apareciera con Raíces Al Viento (1996), reincidiendo de pleno en su carácter latino. Premiado y reconocido, Santiago es parte en la venida de los soneros de Cuba a la península y al mundo.

Y allí estaba Juan Perro a veces, con su bigote y sombrero, como recién venido de La Habana, al que a veces se le escapaba Santiago Auserón, dejando atrás un deje de Cuba e historias de la calle, con Joe Strummer como protagonista en “José Rasca”, o como aquella en la que en Sevilla, en un hotel, junto a Compay Segundo empezaron a bordar la historia del son en España, y el cubano cantó “El Carro”, de Mr. Hambre (2000), segundo álbum que le siguió dando prestigio y puede que sea la cúspide de su fama en solitario. A “El Carro”, que no podía faltar, le siguió “Poco Talento” demostrando grandes dotes de narrador. En las tres horas (un pelín largo para más de uno), que duró la actuación, Santiago no mostró ni sombra de cansancio, y fue agasajado de piropos de las fans; el del pelo aerodinámico, que una vez fue el Lou Reed (oxigenado) del centro de la península ibérica, provocaba gritos de las mujeres y muchachas, las pocas veces que se quitaba el sombrero entre canción y canción, presentando su último trabajo Río Negro (2011) y temas de sus anteriores, como la famosa “La Charla Del Pescado” y aquella que cuando salió no acabábamos de entender, “No Más Lágrimas”, interpretada en su voz como si las décadas no estuvieran corriendo. Y estaba bien acompañado a la guitarra de Joan Vinyals “el dimoni”. Acerca de las sorpresas que se intuían, primero apareció a la guitarra el hijo de la artista onubense Martirio (a la que pronto  veremos en Nocturama también) demostrando ser más que eso, es decir, Raúl Rodríguez, con el que interpretaron la inédita “Historia De La Zarabanda” (el grupo que acompaña a Santiago últimamente). Tras unas cuantas más… Raimundo Amador, con el que empezó interpretando “Amor En Vano”, del álbum Las Malas Lenguas (2006) de los hermanos Auserón. Con “La Reina Zulú”, el scat del dimoni y sendos solos de Raimundo y Raúl, parecía que la cosa iba acabar. “La Perla Oscura” de Raíces Al Viento (1995) fue la guinda de la actuación.
Echando un vistazo al éxito de sus giras, y sus grabaciones, el tiempo le sigue dando la razón a Juan Perro, eso sí, a regañadientes para más de uno al que no se le culpa de echar de menos los himnos de Radio Futura.
¡Pero quedaba más! El cesped, hecho pista de discoteca brilló una hora más con el gran Ismael González, el Doctor Música, locutor de Radiopolis y DJ profesional, que adornó el aire de música de los ochenta, empezando con “Escuela de Calor”, que Santiago tuvo que escuchar, porque empezó a sonar en cuanto éste bajó un peldaño del escenario. Ismael acabó entre bien merecidos aplausos.