Sevilla
Agosto 2013
Fotografías: Juan Antonio Gámez
Bigott
es un tipo distinto. Su eclecticismo sonoro le hace escurridizo de
reconocer de no ser por su voz y peculiar dicción en el idioma de
Laurence Sterne, y una temática en sus canciones bien estrambótica y
divertida, como su puesta en escena, pero eso sí, con profesionalidad y
sin idas de cabeza que ensombrezcan sus creaciones. Se nos había
escapado un par de veces por Sevilla, a nuestro pesar. Sin embargo, en
el fondo de nuestros corazones, era inevitable encontrarlo algún día en
El Monasterio De La Cartuja, bajo el auspicio de Nocturama, que este agosto nos va a amenizar las noches estivales.
Tras el bigote y la barba de este
músico, y con un look un poco a lo Robison Crusoe, está un tal Borja
Laudo, de Zaragoza, que tras haber pasado por bandas que han marcado,
como Tachenko o La Costa Brava, se está haciendo (más bien se ha hecho)
un hueco bien prestigioso en el panorama nacional, con la promesa de
sacar un disco por año y con unos títulos que reflejan su idiosincrasia;
desde That Sentimental Sandwich (2006) a Blue Jeans (2013) se encuentran canciones brillantes y originales como “King Of The Patio”, “Afrodita Carambolo”, “Si eres tan-ti-tan”, “Kinky Merengue”, “Bar Bacharach” o “God Is Gay”.

Con el público bien satisfecho (pero con ganas de repetir) y con un repertorio mayormente de su último álbum y de The Orinal Soundtrack
(2011), este Gran Lebowski ibérico irreverente y desvergonzado, se
despidió. Siempre hay una frase furtiva que uno escucha sin querer, y en
este momento fue la de una gafapasta de esas ensimismadas en
sí mismas, de las que llenan su cuenta de Twitter con fotos de sus pies,
diciendo con escasa naturalidad que “en lugar de Bigott,
también se podría haber llamado Barbb”. Nunca se sabe si vienen a estos
conciertos por moda, o más inquietante, si sus gafas están graduadas.
El caso es que la actuación no dejó a nadie indiferente, y es algo que
se notaba en las caras de los espectadores, los que estaban sobre el
césped del patio del monasterio y los que se refugiaban del calor en el
bar, donde formando un taquito desaliñado sobre la barra, impreso en
blanco, negro y chillón naranja, veíase el programa de Nocturama.
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