“Somos robots cotidianos con nuestros móviles
en el transcurso de llegar a casa
que parecen menhires
por ahí en soledad”.
Llamar a Everyday Robots de
Damon Albarn uno de los mejores discos de este 2014 parece a estas alturas una
obviedad. La crítica se ha rendido ante este álbum en solitario de aquel
muchacho que apareció en la música con Blur, el primer o segundo grupo que se nombra
al recordar aquella etiqueta llamada Britpop. Por si quedaban dudas de quién mandaba
en Blur, Albarn salió por la puerta grande con Think Tank (2003), llevándose así su personal y tranquila voz a
todo tipo de escenas, ópera, bandas sonoras, colaboraciones de todo tipo, y los
aclamados Gorillaz y The Good, the Bad & the Queen. En realidad, en estos
once años este no ha sido su primer trabajo en solitario. Democrazy (2003), un doble EP grabado en habitaciones de hotel
durante la gira de Think Tank le
precede. Paradójicamente, y teniendo en cuenta la génesis de Democrazy, Everyday Robots es para Albarn su grabación más personal. El álbum,
melancólico pero sin dramatizar, lleva como tema, de alguna manera u otra, la
vida del propio Albarn (“cada verso del disco ocurrió”), sus pensamientos
acerca de la vida, incluyendo su infancia, el amor, y el contraste entre
naturaleza y tecnología; la grabación está plagada de aparatos; móviles, DVDs,
pantallas, CDs, televisiones pero también aparecen el sol y el mar, siendo, en
realidad, su sonido una mezcla de los dos mundos; los sintetizadores priman, pero
el sonido no es electrónico, está rodeado guitarras acústicas, y violines, de
modo que el papel de Richard Russell (propietario de XL Recordings) prevalece más
como coautor de los temas en esta grabación que como productor.
El tono es
tranquilo, marcado por un modesto ritmo de trip-hop, adornado por samplers, que
no llega a ser monótono; la melodía prima. Everyday
Robots está compuesto por diez temas y dos interludios; la curiosa
“Parakeet” y la más acorde al álbum, “Seven High”. También cuentan, y
positivamente, tres temas adicionales, perdidos entre caras B y diferentes
ediciones, que no chirriarían nada dentro del álbum, ”Electric Fences”,
“Father’s Daughter’s Son” y “Empty Club”. De estos temas introspectivos (en el
buen sentido), podríamos dar distinción a dos; la alegre “Mr. Tembo”, cuyo ritmo
vivo y más destacado está dedicada a un elefante tanzanés huérfano. También al
cierre del disco, “Heavy Seas of Love”, que lleva consigo el coro de The
Leytonstone City Mission y la voz de, ni más ni menos que Brian Eno. Este es un
cierre de álbum que alivia la desazón que sobrevuela sobre todas las canciones.
Everyday Robots no significa un sonido
radicalmente nuevo en la trayectoria de Albarn, su logro es ser una especie de síntesis
velada de su trabajo como artista y su vida, sin decantarse en ninguna época
creativa, con una línea sonora sin muchas alteraciones, que sin embargo, no
hace del álbum una experiencia lineal, tal es el peso de la composición.
Gracias a estos robots cotidianos,
Albarn está viviendo otra cima en su carrera. No por menos, y para celebrar el
éxito de ventas y crítica, ha añadido algunas de estas gemas a un repertorio
que engloba toda su carrera en Live at
the De De De Der, con nueva banda para la ocasión, The Heavy Seas. En este
repertorio de oro, brilla con luz propia los temas de este álbum.
El chico de Brixton que oyó “la voz de Dios” en la de Little
Richard, pasó del rugido mod al music hall pop de psicodelia florida, y luego a
ser un Bob Dylan eléctrico y lisérgico que se tornó en músico cada vez más y
más eléctrico hasta ser un ente del espacio exterior, un tal Ziggy Stardust (o un
tal Aladdin Sane, al pasar por EEUU) para mutar a ser Halloween Jack, trovador
rock que se convirtió en cantante de soul de ojos azules, que acabó siendo el
delgado Duque Blanco, un superhombre ario sin emociones, y al fin y al cabo, un
artista adicto a los pimientos rojos, la leche y la cocaína. La solución no
debería haber pasado por marcharse a Europa para seguir creando, eso resultó
ser como apagar fuego con gasolina, pero prendiendo unas llamas que el tiempo
no ha extinguido.
Château d'Hérouville
Era junio de 1976. El primer destino, un sitio conocido;
Château d'Hérouville, una casa de campo cerca de París, lugar elegido tres años
antes para que Bowie grabara el álbum de despedida de sus Arañas Marcianas, el
disco de versiones Pin-Ups. El lugar
era conocido por otros artistas como Gong, Elton John, Jethro Tull o Pink
Floyd, y había leyendas acerca de la mansión, del fantasma de Chopin rondando
sus pasillos, y quizá el de Van Gogh también, enterrado no muy lejos de sus
muros. Pero había alguien más tangible con Bowie, otro espíritu creativo muy vivo, un amigo del asfalto de
nombre Iggy Pop, ya con su banda, The Stooges, ya cada vez más en el olvido.
Iggy marca el momento cero de la creación de Low; The Idiot (1977) se grabó en el mismo lugar y casi con los
mismos músicos. The Idiot resultó ser
una colección de grandes canciones con las que experimentar usando la
electrónica y buscando nuevos sonidos. La exploración acabó siendo uno de los
discos más influyentes de las siguientes décadas, ineludible en la carrera de
la iguana de Detroit. Para grabarlo, acabaron en Berlín, en los estudios Hansa,
habiendo pasado antes por Múnich. Durante la grabación de The Idiot, también se trabajó en Low.
En ese mismo mes de agosto, Bowie contó con otro viejo
conocido para comenzar la grabación de Low,
Tony Visconti, el hombre que se negó a producir uno solo de los temas de su
álbum de 1969, la mítica “Space Oddity”, pero que ya le había acompañado en
muchos de sus discos más importantes. Para completar el cuadro, Brian Eno, el
bicho más raro de Roxy Music, autor de discos de títulos insospechados como “Música
Discreta” o “Música para Aeropuertos”, que también como Bowie, estaba
interesado en los nuevos sonidos que emergían de una nueva Alemania, sonidos de
una juventud que quería borrar el pasado de su país como si de una cinta
magnética se tratara con la música de lo que se llegó a llamar Krautrock, de
los que entre ellos estaban Neu, Tangerine Dream o Kraftwerk. De los once
temas, ocho se grabaron allí en Francia en dos semanas y media bajo un título
que acabaría siendo provisional, New
Music: Night and Day, de ahí que el álbum esté dividido en dos partes; Cara
A, rodeada de dos instrumentales, contiene canciones más al uso, aunque
innovadoras, de letras rotas y repetitivas llena de angustia y deseo. La Cara
B, temas instrumentales entre lo ambiental y el gregoriano, con palabras
esparcidas, otras inventadas. No obstante, en Château d'Hérouville, los
problemas se amontonaban. Algunos eran de naturaleza sobrenatural, otros más
mundanos, como intoxicaciones alimentarias, discusiones con los dueños del
lugar, y la que pronto sería ex esposa de Bowie buscando problemas. Buenos momentos,
como acabar el día viendo Faulty Towers
aliviaban pero no resolvían nada. Había que buscar otro lugar.
Berlín
La siguiente parada fue de nuevo la temblorosa Berlín, aun
con su muro de la vergüenza presente. Con una nueva adicción, la heroína,
continuaba una nueva carrera en una nueva ciudad, en su lado este, un
septiembre de 1976. Iggy Pop y Bowie se
alojaron en el número 155 de Hauptstrasse. En los estudios Hansa, Bowie, Visconti
y Eno estaban dispuestos a remezclar lo hecho y grabar temas nuevos, con la
visión de conseguir un producto distintivo. Los tres creadores representaban
tres factores decisivos en juego: Bowie y su declive físico, mental y social,
Brian Eno con su impronta de sintetizadores y nuevas técnicas compositivas, y
la experiencia de Visconti. Bowie buscaba crear sin compromiso alguno reflejar cómo
se sentía, sin importarle si el éxito, cuenta Tony Visconti. Brian Eno traía
consigo sus tarjetas de “Estrategias Oblicuas”, que sacadas al azar, daban
instrucciones de cómo aproximarse a las canciones, obviando el estilo en el que
habían forjado a la hora de componerlas. Estas tarjetas se entregaban a los
músicos sin que los demás las vieran hasta acabar la sesión, dando a veces
directrices diametralmente opuestas. Visconti como productor estaba más que
preparado, y añadió más de una innovación a la grabación. Sin embargo, la
huella creativa es de Bowie y Eno. No sólo se reunieron previamente para
discutir cómo sería la grabación, en cuanto a la composición, prácticamente
toda de Bowie, ambos comparten crédito en dos temas. Además, el sonido de Low es deudor del sonido y la
idiosincrasia de Eno, sólo hay que
comprobar sus trabajos anteriores a este. El tiempo sigue sin darle la razón
que no tiene a Visconti.
Los temas de Low
son los siguientes:
“Speed of Life”
Es el instrumental que abre la Cara A. Quedó sin letra en el
último momento. Comienza con un súbito fundido de entrada y un riff de guitarra
acompañado de la distorsión descendiente de sintetizador. Adelanta el espíritu
de esta cara del disco.
“Breaking Glass”
Uno de los temas más cortos de Bowie, casi se diría que es
un extracto. La letra sale de las experiencias previas al divorcio de Bowie, y
de sus experiencias cabalísticas.
“What in the World”
Adornada por la siniestra voz de Iggy pop de fondo, y aun
siendo uno de los temas más optimistas, “What in the World” refleja el deseo de
aislamiento enfrentado con el amor sin máscaras con nombre que sustituyan al de
David Robert Jones. Junto a la siguiente canción, trata del bloqueo creativo de
Bowie en esa época, problema al que Eno le supo dar la vuelta, volviendo de
esta forma, así es Brian Eno, cualquier circunstancia en ventaja.
“Sound and Vision”
Lo que parece un tema instrumental como el que abría esta
cara del disco, tras los coros de Bowie seguidos de los de Mary Hopkin (“Those
were the Days”), esposa por aquel entonces de Visconti, se torna al minuto y
medio en lo que fue, una canción poco usual, pero pop, que la hizo merecedora
de ser el primer single de Low,
aunque sólo número tres en la lista de ventas inglesas. Pasa el tiempo, y las
cifras de ventas cada vez importan menos.
“Always Crashing in the Same Car”
Trata de cometer el mismo error una y otra vez, una metáfora
salida de la vida real, con un Bowie buscando sustancias ilegales en el
aparcamiento de un hotel.
“Be my Wife”
Para Bowie, esto es una petición de matrimonio a “cualquier
persona”, para otros, una última manera de revivir su matrimonio. En cualquier
caso, en lugar de una canción emotiva, Bowie la interpreta, también en su videoclip,
de una manera deshumanizada, en contraste con la letra, que trata de echar
raíces después de mucho tiempo de soledad y viajar de un lado para otro. Pura
ironía.
“A New Career in a
New Town”
Aunque instrumental, su título y el optimismo que refleja hace
pensar en que es autobiográfico, expresando nuevos y mejores tiempos en Europa
con los sintetizadores de Eno, y Bowie a la armónica.
“Warszawa”
Es el tema que abre la Cara B, la nocturna, de Low. En ausencia de Bowie por su otro
divorcio, con su anterior representante, Eno se quedó en Château d'Hérouville
preparando la base de “Warszawa”. Sólo tenía una instrucción, crear algo “muy
emotivo, de ambiente religioso”, y Eno lo hizo a partir de cuatro notas que el
hijo de Tony Visconti, de cuatro años, tocaba jugueteando con un piano del
estudio sin parar. Bowie intentaba expresar así el lóbrego paisaje de Polonia, aún
tocada por la guerra, que pudo ver desde el tren y a pie por el distrito de
Żoliborz de Varsovia. El primer nombre que Joy Division tuvo, era un homenaje a
esta canción.
“Art
Decade"
Uno de los temas en los que más se nota la impronta de Brian
Eno, que lo salvó de ser sólo una maqueta. Deudor de “By the Riverside” de los
alemanes Harmonia y Eno, los diez segundos de percusión dan paso a una melodía
bien marcada. Es, de nuevo, la reacción de Bowie ante ciertos lugares. De este
modo, "Art Decade" expresa la decadencia del Berlín occidental, de su
arte y su cultura.
“Weeping Wall"
Inspirado por la aflicción que suponía ver el Muro de
Berlín. El instrumental tiene como base un vibráfono y un xilófono. La música
se va acumulando, al modo minimalista.
“Subterraneans”
Tiene su origen en la banda sonora de El Hombre que Cayó en la Tierra, que Bowie había protagonizado
recientemente. Por cuestiones de tiempo, se prescindió de Bowie para crear la
música de la película, habiendo este comenzado a trabajar en los temas. En Low, supone la contrapartida a “Art
Decade”; representa el lado oriental de Berlín, la gente que quedó allí después
de que se construyera el muro, con “La ligera melodía de los saxofones representando
aquello que una vez fue”.
Estas son las canciones de un álbum que no tenía visos de
aparecer. Los pasos firmes de sus creadores no tenían una intención clara de
publicarlo a menos que estuvieran todos plenamente satisfechos. Desde la
discográfica hubo sobornos y zancadillas. Sin embargo, en enero de 1977 las
grabaciones aparecieron finalmente bajo el título de Low. En su portada, aparece Bowie caracterizado aún de Thomas
Jerome Newton, el extraterrestre de El
Hombre que Cayó en la Tierra. La portada esconde un juego de palabras.
Bowie aparece de perfil, con el título sobre su cabeza; “low profile” en inglés
significa pasar desapercibido. De hecho, el álbum fue su trabajo menos
comercial hasta el momento, y además no trajo consigo gira de Bowie, que sí
salió con Iggy Pop a los teclados para presentar The Idiot. De todos modos Bowie era consciente de la importancia de
Low en su carrera y en su vida; Low le ofreció “todo un mundo de alivio,
un mundo del que quería ser parte. Brillaba con una espiritualidad pura que no
había estado presente en mi música durante un tiempo. De hecho, me había
obsesionado con la oscuridad”. El eco de este sentimiento lo expresaría así en
2001: “Percibo optimismo a través del velo de la desesperación de Low. Puedo escucharme en él luchando por
recuperarme”.
Low se convirtió
en un triunfo creativo y comercial. Llegó al número dos en Inglaterra y al once
en EEUU pese a un aluvión de críticas desfavorables, que no supieron asimilar
esta mezcla de pop, electrónica y minimalismo. Low supone una de las grandes contribuciones de Bowie a la
evolución musical, mirando hacia atrás para avanzar arriesgándolo todo. El legado
de Low influyó, y mucho, en las
bandas electrónicas de los años venideros.
Tantos aciertos a pesar de tantas vicisitudes hicieron que
la historia, el sonido y las colaboraciones de la época de Low continuaran esparcidas en el tiempo. Casi inmediatamente, produjo
y compuso de nuevo para un segundo álbum con Iggy Pop, otro enorme acierto de
gran calado llamado Lust for Life
(1977), cien por cien Berlinés. Bowie dio nueva vida a temas de los dos discos
que compuso y grabó con Iggy en varias ocasiones, y hasta llegó a revivir la
banda con la que se grabó Lust for Life para crear a los
infravalorados Tin Machine. Los dos siguientes álbumes de Bowie, “Heroes” y Lodger (1977 y 1979), se
grabaron de nuevo con Brian Eno y Tony Visconti, formando lo que se llamaría
Trilogía Berlinesa… no tan berlinesa; el primero sí se creó íntegramente en
Berlín, el segundo entre Suiza y Nueva York. Sobre todo “Heroes” sigue la senda de Low,
y su influencia y permanencia es igual de grande. Los ecos del episodio
experimental con Brian Eno todavía continuarían en Scary Monsters and Super Creeps (1980), de nuevo con Visconti, pero
sin Eno. No fue hasta 1991 cuando una reedición en CD destapó por primera vez
dos temas de Low, la lúgubre “All
Saints”, y la que podría haber sido la coda ideal al álbum, “Some Are”. Bowie y
Eno volvieron a grabar juntos creando el oscuro y fragmentario diario del
detective Nathan Adler, 1.Outside
(1995). Por ironías de la vida, una de las primeras influencias de Brian Eno,
Philip Glass, grabó un álbum construyendo una sinfonía en su idioma con tres de
los títulos de las sesiones de Low, Symphony
No. 1 "Low", y más adelante, seis de “Heroes”, Symphony No. 4 "Heroes".
Las colaboraciones con Visconti se retomaron tras veintidós años con Heathen (2002), Reality (2003) y The Next Day
(2013), y este mismo mes, como adelanto a un recopilatorio se ha publicado
"Sue (Or In A Season Of Crime)". En 2013 también, una agradabilísima
sorpresa llegó con un anuncio de telefonía móvil en forma de una suave remezcla
de “Sound and Vision”, que dejaba atrás la instrumentación original en favor de
solamente un piano y reteniendo las voces de Mary Hopkin y Bowie grabadas en
aquel 1976.
Esta es la huella de Low,
una, pero no una más de las de Bowie. No está mal para un muchacho que Brixton
que acababa de cumplir los treinta. Muchos no han conseguido ni la mitad con
una carrera de décadas en la música. Y a Bowie aún le han de quedar barajas y
barajas de ases en la manga…
DAVID BOWIE
"Berlín me aporta algo que Londres o Los Angeles no son
capaces de darme”
“Berlín tiene la extraña habilidad de hacerte escribir
solamente acerca de cosas importantes. Lo demás ni lo mencionas, quedas en
silencio, y no escribes nada... y al final creas Low”
“Usamos una banda de R&B. Desde Stationtostation, la
hibridación de R&B y la electrónica había sido una meta para mí. De hecho,
según una entrevista a Brian Eno en los setenta, esto fue lo que le llevó a
trabajar conmigo”.
.
BRIAN ENO
"Sabía que le gustaba mucho Another Green World y debió
darse cuenta de que había dos Corrientes paralelas de trabajo funcionando a la
vez en lo que hacía, y cuando encuentras a alguien con las mismas cuestiones,
no tienes más remedio que hacerte ganarte su amistad sin esfuerzo”.
TONY VISCONTI
“David lo
dejó claro muchas veces desde entonces, y por supuesto, mi nombre aparece como
coproductor junto al suyo. No me explico cómo los periodistas siguen cometiendo
el mismo error. Si me pongo a pensar, no recuerdo que Brian lo haya aclarado”.
IGGY POP
“Simplemente nos
encantaba la idea de estar en Berlín. Era una zona de guerra, tierra de nadie”.