Ciclo Nocturama
Sevilla
Agosto 2013
Fotografías: Juan Antonio Gámez
La organización de La Suite se sale,
de modo que la ciudad de Sevilla está haciendo su agosto musical
enriqueciéndose de nuevas y no tan nuevas estrellas, todas distintas. De
este modo, entre consagrados y casi consagrados y nuevos valores cada
noche es distinta. Incluso al que no le interese la música nada, tiene
allí un sitio de sosiego junto a sus amistades melómanas sin agobios ni
empujones. No obstante, era difícil obviar el panorama musical de la
semana que se nos presentaba:
El día catorce, nos visitaron dos damas. Primero Marina Gallardo,
desde las bendecidas tierras de Cádiz, El Puerto de Santa María, para
más señas. Una enciclopedia musical en sí misma, que lo mismo te nombra
John Lennon que a John Fahey. la portuense nos trajo a la ciudad del
Guadalquivir su último trabajo que lleva por (en apariencia) atrevido
nombre “This Is Sound”. Hermossissima, con un vestido rojo, rojisssssimo
y una flor en el pelo, que ya es icónico en su imagen, se subió con su
guitarra al escenario. Es difícil catalogar su música. Su sonido es de
una hermosa decadencia, tal y como nos contó un amigo que no se quiso
perder la actuación:
-Yo la vi el año pasado en el
festival Territorios. Hacía mucho viento, que movía ese pelazo negro que
tiene y las palmeras de allí – señala a unos pocos metros, más allá de
un muro – y la sensación que me dejó fue algo extraña. Piensa que yo fui
al festival a ver a Iggy Pop. Sin embargo, semanas después tenía como
un vacío de echar de menos alguna música. Le di vueltas al coco, y era
Marina Gallardo-.
Combustión lenta, le podemos llamar a
esto. Además, la música de Marina es áspera pero no su voz, o quizá al
revés, y esta mezcla y confusión de dulzura y una incierta amargura
juntas provocan una especie de dilema interno. ¿Es aquí donde reside la
magia de la portuense? “Climbing The Walls”, el arranque tranquilo del
recital, podría darnos la razón a esto que afirmamos, pero no tanto como
el siguiente, “The War Inside”,
que convencería a cualquiera. Al teclado (adornado con un mantón
blanco) o a la guitarra, las canciones que interpretó Marina fueron
magnéticas, de esas que dejan un poso. Los sonidos árabes que a veces
salen de su voz, como en “Going To Die” y la música, no te dejan saber hacia dónde se encamina la canción. Otro gran momento fue “Tears”, un temazo con más letras (siempre en correctísimo inglés) evocadoras de quién sabe qué o quién. Cerró con “Cold Eye”, dejándonos con el verso que dice “Algunos días pertenecen al amor”, para taparla luego con un manto de distorsión… This Is The Sound (2012), tercero ya, puede ser su mejor álbum.
En las sombras y a la izquierda del
escenario, ambos de pie, un hombre daba un masaje de hombros a una
chica, que bajo su aparente fragilidad, llenó de trallazos de guitarra
los oídos del público: Ainara Legardón. Por su
apariencia, nadie diría que lleva dos décadas en la música, por su
música estaba claro. Da la impresión que lleva el mismo tiempo con su
banda (el enorme Rubén Martinez al bajo y a la implacable batería,
Héctor Bardisa) con la que tuvo momentos de sincronía bien grandes. Su
último álbum, al que se dedicó prácticamente a presentar, se llama Once We Wished (2011), y de él, sacó “Make It Mine Forever” para comenzar, la primera con energía latente hasta que estalla con ritmo pausado y un sollozo para dar paso a “You Gave Me”,
más rápido, más directo, contundente. La incansable bilbaína, que ha
tocado por todo el mundo (hasta en el desaparecido CBGB que pronto
volverá en forma de película) y se ha rodeado de músicos famosos o de
prestigio, hace un hueco para sí misma y para Nocturama
de entre sus proyectos como La Criatura, Archipiel, el colectivo
maDam, y la orquesta de improvisación FOCO, amén de la composición para
multitud de bandas sonoras. “Hugs That Won’t Last” podría haber
sido el título de su último álbum, ya que resume la fuerza y la
fragilidad de la música de Ainara, que ya estuvo por el Ciclo Nocturama
hace ocho años. La potencia y limpieza sonora en su repertorio en el
que sus temas, que apenas si rozan los tres minutos, parecía acabar con “Thirsty”. El bis, “Forget Just Anything” era de 2003 y a fin de cuentas describe el estado en el que quedó el monasterio de La Cartuja:
Mis canciones están en tus oídos
Lo más seguras posible.
Se pudo rematar la noche con el honor de
saludar a las dos damas y comprando sus últimos álbumes, con Marina
nombrando mil artistas como inspiración, y Ainara diciendo que
simplemente “la vida”. Revelador. A la noche siguiente, día quince, y a
diferencia de ésta, el jardín se llenó completamente, pero al fin y al
cabo, como dice Steve Coogan, interpretando a Tony Wilson en 24 Hour
Party People: “En la última cena había doce personas. Arquímedes estaba
solo en su bañera”. Y es que la música no sabe de cifras de ventas ni de
público.
Claro, que esta noche de la que hablamos
traía veteranía por los cuatro costados (aunque no sea siempre esto un
seguro de calidad) e invitados que no aparecían en el cartel, pero se
intuían y rumoreaban. Juan Perro, el artista antes llamado Santiago Auserón, que junto a su hermano Luis, fueron los artífices del mucho por ciento de Radio Futura.
La banda fue un arma de doble filo, reflejada en las edades de los
asistentes. Por un lado, teníamos a los que veíamos La Bola de Cristal,
programa mítico de TVE de los ochenta, en el que además de ofrecernos lo
que gustaba a los niños, lo que éramos, aprendíamos lo que era sentido
común, y buena música, no sólo con Javier Gurruchaga a los mandos de La
Cuarta Parte. Por otro lado, había gente como la mujer que gritó a mitad
del concierto “¡viva La Vía Láctea!”, es decir, gente de más edad que
tuvieron la suerte y el honor de vivir una época que bajo la etiqueta de
La Movida Madrileña llenó de creatividad y calidad con
mayúsculas la salida de una época histórica oscura, que parece volver
con otros atuendos, y bien caros… En la televisión y en la escena
madrileña conocimos a Santiago con Radio Futura, que pronto cambiaron
los tintes glam del sus comienzos para crear canciones como “Semilla Negra”, “El Canto Del Gallo”, “Veneno En La Piel” o “El Tonto Simón”.
Era la apuesta por el rock latino, todavía en pañales. El grupo marcó
una época y una influencia, y quedó para la historia. Luego, más de uno
encajó mal que tras la disolución del grupo, por írsele el invento de
las manos, Santiago Auserón en solitario dejara atrás sonidos como “Escuela De Calor”, y apareciera con Raíces Al Viento
(1996), reincidiendo de pleno en su carácter latino. Premiado y
reconocido, Santiago es parte en la venida de los soneros de Cuba a la
península y al mundo.
Y allí estaba Juan Perro a veces, con su bigote y sombrero, como recién venido de La Habana, al que a veces se le escapaba Santiago Auserón,
dejando atrás un deje de Cuba e historias de la calle, con Joe Strummer
como protagonista en “José Rasca”, o como aquella en la que en Sevilla,
en un hotel, junto a Compay Segundo empezaron a bordar la historia del
son en España, y el cubano cantó “El Carro”, de Mr. Hambre (2000),
segundo álbum que le siguió dando prestigio y puede que sea la cúspide
de su fama en solitario. A “El Carro”, que no podía faltar, le siguió “Poco Talento”
demostrando grandes dotes de narrador. En las tres horas (un pelín
largo para más de uno), que duró la actuación, Santiago no mostró ni
sombra de cansancio, y fue agasajado de piropos de las fans; el del pelo
aerodinámico, que una vez fue el Lou Reed (oxigenado) del centro de la
península ibérica, provocaba gritos de las mujeres y muchachas, las
pocas veces que se quitaba el sombrero entre canción y canción,
presentando su último trabajo Río Negro (2011) y temas de sus anteriores, como la famosa “La Charla Del Pescado” y aquella que cuando salió no acabábamos de entender, “No Más Lágrimas”,
interpretada en su voz como si las décadas no estuvieran corriendo. Y
estaba bien acompañado a la guitarra de Joan Vinyals “el dimoni”. Acerca
de las sorpresas que se intuían, primero apareció a la guitarra el hijo
de la artista onubense Martirio (a la que pronto veremos en Nocturama
también) demostrando ser más que eso, es decir, Raúl Rodríguez, con el
que interpretaron la inédita “Historia De La Zarabanda” (el grupo que
acompaña a Santiago últimamente). Tras unas cuantas más… Raimundo
Amador, con el que empezó interpretando “Amor En Vano”, del álbum Las Malas Lenguas (2006) de los hermanos Auserón. Con “La Reina Zulú”, el scat del dimoni y sendos solos de Raimundo y Raúl, parecía que la cosa iba acabar. “La Perla Oscura” de Raíces Al Viento (1995) fue la guinda de la actuación.
Echando un vistazo al éxito de sus giras, y sus grabaciones, el tiempo le sigue dando la razón a Juan Perro, eso sí, a regañadientes para más de uno al que no se le culpa de echar de menos los himnos de Radio Futura.
¡Pero quedaba más! El cesped, hecho
pista de discoteca brilló una hora más con el gran Ismael González, el
Doctor Música, locutor de Radiopolis y DJ profesional, que adornó el
aire de música de los ochenta, empezando con “Escuela de Calor”,
que Santiago tuvo que escuchar, porque empezó a sonar en cuanto éste
bajó un peldaño del escenario. Ismael acabó entre bien merecidos
aplausos.
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