Hace seis años que Syd Barrett
desapareció de esta dimensión, y muchísimos más desde que dejó de ser Syd
Barrett y se exilió del resto de la humanidad debido a controvertidos problemas
mentales. Sus últimos acordes quedaron grabados en unas sesiones caóticas en
1974, cuando el grupo que formó siete años antes, Pink Floyd, tocó el olimpo de
la fama por primera vez con The Dark Side of The Moon. Aquellas últimas
sesiones de Barrett, aún inéditas oficialmente y difícilmente publicables,
solamente pueden calificarse como desesperadas. No había en ellas ni sombra del
genio creador de las cumbres de la psicodelia y del folk-rock que fue en su
corta carrera. Eran la crónica de un artista en estado de desensamblaje.
Roger Keith Barrett nació en Cambridge en el año1946. Tuvo la suerte y el mérito de estar a la altura y rodeado de una generación de artistas y músicos bendecidos por su creatividad. Como todos los grandes artistas, Syd supo mirar a todos lados, para así conducir a un grupo, que bajo el nombre de Pink Floyd, pasó rápidamente del rythm and blues hasta los territorios inhóspitos de la psicodelia y casi el rock progresivo. Parecía que aquella generación, heredera del blues y del rock and roll supo hacer desarrollar el pop hasta sus límites. Cream, The Rolling Stones, The Who, The Zombies y The Beatles, son sólo unos ejemplos de cómo aquellos tiempos estaban repletos de creadores iluminados por una fuerza creativa que parece no haberse repetido.
Syd fue la fuerza motriz de obras imprescindibles e imprevisibles como los sencillos “Arnold Layne” y “See Emily Play”, a los que siguió un álbum, la obra maestra The Piper at The Gates of Dawn. Desde entonces, y a pesar de que Syd se ausentó totalmente del mundo de la música, no dejó de ser el espíritu creativo tras el sonido Pink Floyd, sin desmerecer en absoluto el genio y originalidad de los líderes de la banda que le siguieron, Roger Waters y David Gilmour.
Cuando la fama mal digerida por su fragilidad mental (nadie dijo que fuera fácil) y el uso y/o abuso de sustancias psicotrópicas empezaron a hacer peligrar el futuro de banda, Syd tuvo que dejar Pink Floyd. Sin embargo, la historia y la leyenda crecieron con sus dos álbumes en solitario (The Madcap laughs y Barrett, ambos en 1970) hijos de unas sesiones tan difíciles como brillantes, auspiciadas bajo el sello Harvest, filial de EMI, que sin duda fue una de las precursoras de los inabarcables sonidos de la etiqueta “rock independiente”. Syd y otros artistas de Harvest, como Kevin Ayers, se convirtieron en referente sónico de futuras generaciones de músicos.
Con nada más que tres álbumes y tres singles, y apenas cinco años como músico profesional, las décadas que han seguido han traído versiones de sus temas, homenajes a su figura, discos tributo de las bandas más impensables de todo el mundo, y recopilatorios de su obra que esquivan mostrarnos aún la totalidad de su obra, y que demuestran que el legado del genio de Cambridge sigue creciendo junto a su leyenda. Parece que no sobra mencionar (por vivir en una sociedad como la de hoy, que disfraza el morbo valores morales e información) que las creaciones de Syd no son debidas al consumo de sustancias psicotrópicas. Si nos dejamos llevar por este planteamiento ridículamente simplista, estamos pasando por alto las numerosísimas referencias literarias y musicales de un genio. Yendo al sitio apropiado (y equivocado), encontrarás a una miríada de músicos que consumen este tipo de sustancias, y no serán capaces de conmover como Syd Barrett podía llegar a hacer con una guitarra acústica y nada más.
Hoy en día, el monstruo del sonido sobreproducido en horrores electrónicos de
estudio de grabación, el desenfado de plástico, y la pornografía encubierta del
videoclip, nos produce asombro y horror a aquellos que desde la distancia vemos
cómo lo comercial ha arrasado en los medios de comunicación con la creación
artística, cuando, sin embargo, ambas convivían perfectamente hace años. El
futuro y el presente del pop y el rock, y de la música de calidad, entendiendo
esto como aquella que perdura de algún modo u otro con nosotros, ha quedado
relegado a los sellos independientes, deudores del espíritu creativo con el que
Barrett (con y sin Pink Floyd) se aproximó en todas sus creaciones, tan
valientes y tan diferentes unas de las otras.
Se podría concluir por todo esto, que es necesario aproximarnos a estos
circuitos de música en los que como Syd, se crea en libertad, sin ataduras de
mercado. Un lugar donde las estrellas brillan, pero no en la televisión.
Antonio
Jesús Reyes, estudió Filología Inglesa en la Universidad de Sevilla y ha
publicado en numerosos fanzines y revistas acerca de música y literatura.
Recientemente ha colaborado en The Complete David Bowie, por Nicholas Pegg. Por
casualidad, acabó viviendo en Cambridge, donde (también por casualidad) entró
en el círculo de amigos y familia de Syd Barrett, del que era fan desde muy
pequeño. Allí empezó a gestarse la idea del blog SOLO EN LAS NUBES, y algún
proyecto más. Éste nace por la ausencia total EN ESPAÑOL
de información (noticias, curiosidades, etc.) acerca de la vida y la obra Syd
Barrett. Bajo este objetivo, subayce el de unir a los fans hispanohablantes del
mundo. Como tiene que ser.